de Celes Pazto, el Domingo, 10 de julio de 2011 a las 22:28
Lloro, porque puedo hacerlo y porque algo me apreta en ese espacio vacio que presiona las lágrimas cuando tenemos ganas de llorar.
Sueño, con la simpleza de cerrar los ojos, perdiéndome en las aventuras de las mil y un sin razones, en mundos extraños y mágicos, donde puedo caer mil veces del cielo, viendo nacer todo esto y más.
Te miro, a los ojos, como me gusta ver a la gente, para sentirte más cerca, y conocerte, y saber quien sos, y reconocerme en la comisura de tus pupilas inquietas que ven.
Sonrío, porque puedo, porque quiero, porque es lo que me gusta hacer, y de vez encuando me río, y la única gracia de mi voz se hace música, recordando pequeñas gotas de esta sangre musical celta.
Espero, porque enseña, porque te hace más fuerte, pero nunca me olvido de actuar en algún momento, y de a poquito liberarme de todo.
Siento, por sobre todas las cosas, y sobre todas las cosas, bueno o malo, siento y me encanta sentir aunque se enmarañe en pequeñas telas imposibles de desenrredar, masoquista sufro con ilusión cada hilo, y lo acaricio porque sé que son mi alma.
Hablo, para volverlos locos a todos, con mi incansable facilidad de hablar de lo que sea, recorriendo el mundo entero en una oración, y surcando el universo en un párrafo
Pienso, más de lo necesario a veces, y me mareo bailando en las vueltas de mi cabeza.
Imagino, porque es lo más hermoso que hay en el mundo, si es que no es parte de la imaginación de alguien más.
Vivo, lo mejor que puedo, dentro de lo que quiero, tratando de serme fiel a mi misma, tratando de sonreir, aprendiendo, recorriendo caminos, creciendo, expandiendome, conociendome, disfrutando y peleando, vivo amando, admirando, viendo.
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