Editor: Mario Rabey

25 de abril de 2012

Pablo Alabarces y los mitos de origen del rock argentino

En los tiempos en que el rhytm & blues se decide por el eros,
acelera su ritmo y se rockea: la tapa de un disco de Wymone
Harris, con una foto de él bailando con  Velda Shannon
Presentamos aquí un interesante fragmento de uno de los integrantes de la comunidad académica argentina que se vienen dedicando en los últimos años a la investigación científica acerca del "rock". Más allá de las obvias e inevitables simplificaciones que el establecimiento de un campo tan nuevo como éste suele conllevar (como la falta de una mínima definición operativa acerca del "rock" y la notable imprecisión  acerca de los orígenes del rock tanto en USofNA como en Argentina), el texto es de imprescindible lectura e invitamos a leerlo completo en el enlace a su publicación original, que aparece al final. Visiblemente, hay mitos estudiados por la ciencia y mitos científicos. Que conversen entonces, ellos entre sí y con la música de rock. Al final, varios enlaces que estimulan esta conversación   

Pablo Alabarces

El rock argentino fue entendido habitualmente como espacio de resistencia cultural y juvenil. Desde su misma invención, a mediados de los años sesenta, que hemos descrito como doble fundación: una primera, más ligada al rock norteamericano y al Elvis Presley pasteurizado de los primeros sesenta; una segunda, vinculada al rock-pop inglés y que reaccionó contra la conversión de la anterior en mercancía televisiva y discográfica. Esta segunda fundación se postuló como doblemente resistente e impugnadora: contra esa mercantilización, como eje crucial de articulación, y contra el mundo adulto, impugnación que replicaba la dominante en el rock internacional, contestatario y juvenilista, de los años sesenta. El contenido impugnador solía recubrirse, hasta mediados de los setenta, de una vaga retórica anti-sistema, donde la definición de aquello a lo que oponerse era lábil, asistemática, confusa: y es que la naciente cultura rock competía en la capacidad de interpelar a los jóvenes, de manera desventajosa, con la masiva politización de la juventud argentina -sin distinción de género o clase-; y frente al discurso político sistemático y organizado, aún en sus enormes contradicciones y posibilidades, la retórica rockera no sabía ofrecer más que metáforas más o menos estandarizadas y previsibles (como dijimos: el sistema, la ciudad gris, la naturaleza como polo positivo, la autenticidad, los sentimientos, la exploración de los sentidos).[1] El rock no es más que un estilo musical, pero se pretende una concepción del mundo y de la vida; en ese terreno, sin embargo, el socialismo era más seductor, convincente y completo (aunque también pareciera, a veces, sólo una retórica).

Pero además, lo que se volvió, con el tiempo, el eje más sólido de distinción respecto de las otras músicas populares -la relación opositiva con la industria cultural: el rechazo a la condición mercantilizada de un hecho estético y cultural- nació envuelto en la misma contradicción y debilidad. Ya es mítico señalar que el primer disco del nuevo rock nacional es el simple “La balsa”, del grupo Los Gatos, liderado por Litto Nebbia, en 1967. Pero esa condición originaria, pasible de ser discutida y que le permite al rock argentino festejar aniversarios durante tres años seguidos,[2] se basa en su éxito comercial: la venta de 250.000 ejemplares, que le permitió a Los Gatos -y tras ellos, a los otros dos grupos de la sagrada trinidad fundadora, Manal y Almendra- instalarse en el centro de la escena. No se trata solo del hecho del éxito de ventas: el lado 2 del simple traía el tema “Ayer nomás”, cuya letra original, de Moris, debió ser cambiada por presiones de la discográfica, de su original versión levemente protestona a baladita amorosa.

Ayer nomás/en el colegio me enseñaron/ que este país/ es grande y tiene libertad./Hoy desperté/y vi mi cama y vi mi cuarto/en este mes/ no tuve mucho que comer (Moris)

Ayer nomás/pensaba yo si algún día/podría encontrar/ alguien que me pudiera amar./Ayer nomás/una mujer en mi camino/me hizo creer/ que amándola sería feliz (Los Gatos)

Este doble signo revela una ambivalencia, pero se transformó en una paradoja: porque si los avatares del disco señalan la transacción que permite al nuevo rock transformarse en mercancía, el mito se instaló como gesto resistente e impugnador contra el mundo comercializado de los adultos. De allí en más, los pares de oposición que la retórica rockera se empeñará en afirmar son comercial-no comercial y progresivo-complaciente.

El primer par señala un énfasis ético; el segundo, uno estético. El segundo se irá diluyendo con el tiempo, con la progresiva pérdida de una potencia experimental y creativa que a mediados de los noventa parecerá definitiva y largamente clausurada, pero que en los primeros treinta años revelaba búsquedas creativas muy interesantes -por ejemplo, las fusiones que el rock estableció con el jazz, el folklore y el tango, exitosas al punto de obligar a que esos géneros debieran contaminar sus instrumentaciones para volverlas rockeras. El primero, el eje comercial-no comercial, en cambio, se transformará en el eje sustancializado por excelencia: venderse o no venderse, transar o no transar con el mercado. Constituido como mito, y productor de prácticas, como buen mito, se volvió el gesto resistente por excelencia -quizás justamente por su carácter ético, y por lo tanto más vinculado a una retórica que lo alimente, lo reconvierta, lo justifique; pero también por su importancia frente a los cambios socio-culturales de los noventa-.

Más aún: podemos arriesgar que el eje estético se diluirá en el ético, constituyendo un marco normativo que enviará a determinada música o determinados grupos al terreno de “lo comercial” -de “lo cheto” o “lo careta”- a partir de un parámetro tímbrico: ciertos sonidos, ciertas ecualizaciones, dejarán de ser juzgadas estéticamente para ser condenadas éticamente.


Notas

[1] Un mayor y sólido análisis de esa retórica puede verse en Varela y Alabarces (1988), quienes la analizan en las líricas y también en las publicaciones periódicas del “movimiento rock”. También puede verse el trabajo de Claudio Díaz (2005), que desde los mismos supuestos teóricos y metodológicos profundiza y extiende ese análisis.
[2] Ya en 1965 Los Gatos Salvajes, también liderado por Nebbia, había grabado un primer LP. También en 1966 hay una grabación de un simple por Los Beatniks.



Bibliografía mencionada

Díaz, Claudio. 2005. Libro de viajes y extravios: Un recorrido por el rock argentino (1965-1985). Unquillo: Narvaja editor.

Varela, Mirta y Alabarces, Pablo. 1988. Revolución, mi amor. El rock nacional 1967-1976. Buenos Aires: Biblos.


El texto es un fragmento de:
Posludio: Música popular, identidad, resistencia y tanto ruido (para tan poca furia)


Leer más:


Mary, Don't You Weep (21 de marzo de 1929)
Una antigua presencia de la expresión rock and roll (reel and rock) en la letra de un blues tradicional  (culturalmente afro-norteamericano)

Pete Seeger: Oh Mary, Don't You Weep
El mismo blues cantado en clave folk music, revivalista, ca. 1962-63.

María no llores
Traducción al castellano de la letra.

Rock en los 40: erotizando el blues
Un breve comentario de Mario Rabey: un grupo de jóvenes músicos negros empezaron a tocar y cantar un poco más rápido sus blues; empezaron a rockear.

Good Rocking Tonight
We're gonna rock / Let's rock / Come on and rock / We're gonna rock all our blues away.

All she wants to do is rock ...... rock and roll all night long
Wynonie Harris termina de rockear el blues en 1947

Rock del Tom Tom - 1961
Primer rock en castellano, en Argentina: Johny Tedesco.

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