Editor: Mario Rabey

24 de junio de 2008

enfermedad holandesa y remedio Kirchner

La batalla de todos nosotros en Argentina

Luiz Carlos Bresser-Pereira

Folha de Sao Paulo, 16-6-2008

http://www.bresserpereira.org.br/

Traducción colectiva de los participantes de homo-economicus.blogspot.com

El gobierno argentino está enfrentando hace tres meses una batalla decisiva, no solamente para su propio desarrollo económico, sino también para el de todos los países latinoamericanos que aún no comprenden que no neutralizar la enfermedad holandesa es el más serio obstáculo económico que enfrentan.

Las retenciones móviles a las exportaciones existentes en Argentina son el secreto detrás del hecho de que la economía de aquel país crezca en promedio al 8,8% entre 2003 y 2007. Esa retención doblemente variable -entre commodities y conforme a la variación del precio internacional del bien- traslada la curva de oferta de esos bienes para arriba, en proporción a la gravedad de la enfermedad holandesa que ese bien causa.

De ese modo, se vuelve no lucrativa la exportación del bien a una tasa de cambio menor, lo cual impide, del lado de la oferta, que esa tasa se aprecie. Al impedir la sobrevaluación del peso, el gobierno argentino garantiza, por un lado la ganancia de los agricultores, y por el otro la demanda agregada para inversiones volcadas a la producción de bienes comercializables (que pueden ser exportados o importados) y así la economía crece aceleradamente.

Los agricultores argentinos, victimas de una ilusión, rechazan el aumento de la retención sobre la soja al 44 por ciento pensando que los que pagan son ellos. No es así. A no ser que los cálculos del gobierno estén equivocados, eso es solo aparentemente cierto. Si el gobierno eliminase las retenciones de ese y el resto de los bienes que dan origen a la enfermedad holandesa, el mercado provocará la apreciación del tipo de cambio en la proporción exacta de la retención eliminada y el agricultor no ganará nada. Lo que recibe quedará igual a lo que tenía con la retención.

En el corto plazo, ganarán los consumidores argentinos, cuyos salarios reales crecerán, pero perderá toda la economía argentina, que volverá a crecer a tasas modestas y quedará a merced de crisis de la balanza de pagos. Y si el gobierno argentino hubiese creado un fondo de estabilización para los precios agrícolas con el uso de una parte de los recursos de la retención, su eliminación o reducción causaría pérdidas a los propios agricultores que volverían otra vez a quedar sujetos a las variaciones de los precios internacionales de las commodities.

Luego, lo racional, desde el punto de vista económico, era luchar por ese fondo de compensación (no por la reducción de la retención). Su lucha actual sólo tendría sentido si todas las demás retenciones se mantuviesen y en consecuencia el tipo de cambio no se apreciase, pero en ese caso estaríamos frente a un caso clásico de oportunismo o de comportamiento “free rider”.

Si el gobierno de Cristina Kirchner venciese esa batalla, no solo estará defendiendo el interés nacional de la Argentina. Estará abriendo un camino para que los países latinoamericanos y africanos comiencen a reconocer racionalmente la existencia de esa terrible falla del mercado (la enfermedad holandesa) y a neutralizarla.

Una falla que tiene consecuencias diferentes dependiendo de si el país:

1.- Todavía no se industrializó, pero se dan las condiciones para eso una vez que neutralice la enfermedad (es el caso de los países productores de petróleo)

2.- Ya se industrializó pero dejó de neutralizar la enfermedad (es el caso de Brasil y la Argentina)

En el primer caso el país no se industrializa y en el segundo entra en proceso de desindustrialización.

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