mano de mandioca publica aquí un importante texto de un académico y dirigente político sanjuanino, quien reflexiona sobre uno de los aportes más brillantes del gran filósofo mendocino y suramericanista Arturo Roig - en la foto, Mario Rabey junto al autor de la nota
La cuestión de la subjetividad, es decir del yo como principio objetivizante y dominador, tiene desde 1637 su instalación en la filosofía de Occidente, con la formulación del ego cogito cartesiano. Arturo Andrés Roig formula la relación entre el ego cogito cartesiano y el ego conqueror cortesiano. Lo dice con muy bellas palabras:
“…el ego cogito cartesiano nunca tuvo una sola cara, en cuanto que la posesión de la ciencia no le era ajena, en absoluto, a la posesión de la naturaleza y, con ella, esos seres a los que el colonialismo europeo bautizó con el nombre de “naturales”. Las Cartas de la Conquista de México (1519-1526), de Hernán Cortés constituyen, por eso mismo, algo así como la versión fáctica del Discurso del Método y el modo como, desde la tragedia, nos abrimos a la modernidad. El ego cogito cartesiano tuvo siempre a su lado, para nosotros en particular, el ego conqueror cortesiano. Cartesianismo y cortesianismo se nos dieron a la par y hasta podríamos decir que el primero nos llegó con la cara del segundo”.
[ROIG, Arturo Andrés: La filosofía en nuestra América y el problema del sujeto del filosofar, 2002 ]
Conviene plantear algunas cosas previas:
· El ego conqueror es anterior al ego cogito y no a la inversa. Cortés está antes que Descartes.
· Pero no todo ego conqueror es similar al ego cogito.
· Digámoslo con precisión: el ego conqueror existe desde mucho ante y en tiempos de la existencia y vigencia de otros macrosujetos históricos otras modalidades existenciales y otros despliegues temporoespaciales.
· Pero lo principal no está en señalar, en una u otra dirección, la proximidad entre ambos egos (conqueror y cogito). Está más lejos: es que para poder vencer al ego cogito primero hay que vencer al ego conqueror. Porque este anda todavía por el mundo. Más aún, se ha perfeccionado y ha hecho cada vez más intensas sus diversas manifestaciones.
Creo que primero hay que hablar de ego-nos, y desde ahí, en la profunda problemática de los nosotros que contornan y diferencian en temporoespacial a un ego, podamos encontrar el camino.
· Porque de lo contrario estaremos enfrentando al cogito pero no al conqueror. Y eso sería la madre de un gran error porque quizá de esa manera le estuviéramos ayudando al conqueror en su dominio sobre nosotros.
· En efecto, el ego conqueror pudo imponerse con facilidad allí donde no estaba el cogito, no estaba la posibilidad de un pensar autónomo, una definida subjetividad. Esta afirmación vale cuando nos referimos al enfrentamiento entre Cortés y Moctezuma.
· Autónomamente de todo principio basado en asuntos de moral o religión, autónomamente de toda piedad, y además, autónomamente de toda culpa, el ego conqueror personificado por Hernán Cortés destroza al sujeto de sujeción, es decir a la pasividad que se expresa en Moctezuma, pasividad que es consecuencia de la hybris de la culpa por violación de una preceptiva religiosa, o más aún, por la violación de un pacto con los dioses.
· Moctezuma está al medio y en pasividad desmesurada porque enfrenta sin decisión al otro y lo hace así porque está enredado en la verdadera existencia real del conflicto entre dos garantes metasociales: Quetzalcoatl y Huitzilopochtli.
· No es la guerra entre dos macrosujetos humanos. Es una guerra entre garantes metasociales. Lo individual posesivo no está en Moctezuma y en la formación humana que él representa. No puede separar al conqueror de la profecía de sus garantes metasociales. Y no sólo de la profecía sino del fatalismo. Hay un desastre que va a suceder fatalmente. Algo ha sido dicho ya. Está anunciado. Y el ego conqueror se presenta como consumación.
Es una cuestión destinal. Y el destino, según Hegel, es el principio de la acción puesto fuera. El destino se manifiesta, decimos, en eso que es una profecía en el sentido de anuncio de fatalidad, en el sentido de inexorabilidad.
Hay dos principios de la acción:
· uno puesto dentro: la libertad.
· otro puesto fuera: el destino.
Además:
· cuando hay sujeto en sentido activo la libertad se afirma y se plenifica.
· cuando hay sujeción hay pasividad, hay dependencia del destino.
Hegel dice que el hombre es libre porque así lo es desde el solo hecho de nacer, ¿pero eso vale más allá del Occidente europeo?
· en efecto: en lo que entonces se llamaba despotismo oriental no parecen presentarse las condiciones para la libertad. Sin embargo, la libertad, o el sujeto decidido a la libertad parecen haberse presentado en todas las formaciones, aún a despecho de un cierto destino aciago de ese comportamiento heroico. Nunca el sometimiento ha sido absoluto.
Por otra parte, hay una especie de presión destinal sobre el hombre de hoy, y esa presión destinal aparece como justificación o legitimación mítica de la crisis como castigo, como algo que inexorablemente tenía que ocurrirnos. Eso lo estamos viviendo hoy los argentinos y eso es quizá una de las connotaciones principales de la crisis: el hecho de que la veamos como destino oprobioso pero merecido, como purgación de una especie de culpa colectiva.
· ¿Es acaso un moctezumismo? ¿Es una forma sometida de situarnos frente al nuevo ego conqueror que nos quita capacidad para resistir?
Ahora bien: ¿no será que nos hace falta recuperar algo del cogito, ser también ego cogito nosotros para saltar de estos barrotes destinales hacia la libertad? ¿O el cogito es para los siempre conqueror, es decir ellos, y el destino siempre para nosotros?
¿Qué quiere decir en este contexto ego cogito en relación con ego conqueror? Quiere decir que el sujeto conoce para sí. Comoce para dominar la naturaleza, para ponerla a su servicio. Y en ese marco reduce a naturaleza dominable y explotable al hombre.
Es el cogito quien pone al sujeto de un lado y al objeto del otro, o más aún separa a sujeto dominador de un lado y objeto dominado del otro o es el cogito sumado al conqueror?
· ¿Es posible diferenciar aquello que es cogito puro de aquello que es conqueror puro?.
· Es posible diferenciar aquello que es cogito puro de aquello que es conqueror puro?
· ¿Se puede separar y diferenciar en esto lo cartesiano de lo no cartesiano? ¿En qué punto ambas cosas están juntas y desde dónde se separan?
Antes de responder a estas preguntas es conveniente ajustar la mira:
· Los mexicas eran un pueblo conquistador y guerrero. Expertos en vencer, dominar y sojuzgar pueblos. Eran una formación cuya modalidad existencial era superagónica. La superagonía supone que no puede sobrevivir la formación a la guerra. Sólo con la guerra la formación existe.
· Pero en su ego-nos, los mexicas no actúan autónomamente. Ellos no son el macrosujeto. Ellos son el instrumento, el sujeto en pasividad de un dios, un garante metasocial, guerrero insigne, que muere si no devora el corazón de sus enemigos. Ese macrosujeto es Huitzilopochtli.
· Moctezuma y toda la aristocracia mexica, para que no fenezca la formación, engañan al dios, o tratan de engañarlo, entregándole prisioneros obtenidos en una guerra arreglada.
· Moctezuma siente la culpa frente al dios guerrero. Pero es una culpa que no puede expiar. Moctezuma no tiene la libertad de expiar o no expiar. En consecuencia no puede deliberar entre libertad y destino.
Sigamos ajustando la mira: otro asunto que formula Roig es el del centrismo, o centralidad inherente al sujeto cartesiano:
“…todos los modos de ejercer la función de centro, es decir, de dominio, tales como son, entre los más resistentes, el logocentrismo, el androcentrismo, el etnocentrismo (el europeísmo es un etnocentrismo, ignorado hasta hace poco por los antropólogos colonialistas)”.
[ Ibídem ]
La centralidad del sujeto es el lugar desde donde controla, primeramente, su autodominio. NO podría dominar nada externo a él si no tuviera la centralidad del autodominio.
· El sujeto tiene libertad a partir de su centralidad. No tiene centralidad si está determinado desde un garante metasocial. Tenochtitlán es el centro de Huitzilopochtli. No de los mexicas. Ellos son parte del centro de Huitzilopochtli.
Logocentrismo, etnocentrismo, androcentrismo, derivan de patriarcalismo, según nos lo dice Roig:
“En todo momento e posible leer por detrás de las nuevas maneras de comprensión y de exploración de la conciencia que van mostrando los sucesivos momentos de crisis, una praxis que impulsa a reformular las relaciones clásicas establecidas entre conciencia y sociedad, conciewncia y cultura, conciencia y corporeidad, sobre las que se sostenía y se sostiene esa categoría omnicomprensiva, colocada en el centro mismo de la problemática de la sujetividad: nos referimos al patriarcalismo. Dentro de la larga y también trágica lucha contra la vigencia de este ideología ordenadora, Olympe de Gouges combatió, en 1791 al sujeto androcéntrico; el sujeto burgués fue enfrentado por Marx a partir de sus escritos juveniles de 1848 y ridiculizado más tarde, sangríamente en La ideología alemana; el sujeto filisteo, de tan antigua tradición, fue denunciado, en su versión moderna, por Nietzsche desde 1872; el sujeto de la conciencia autosuficiente se oscureció irremediablemente por obra de Freud, a partir de 1900. Todas ellas, formas diversas de sujetividad que se suponen y se complementan, que se interfieren y hasta se anulan en su conflictivos procesos, desde aquella macrocategoría que mencionamos, la de patriarcalismo”.
[ Ibídem ]
La centralidad patrialcal está en nuestra cultura occidental instalada desde tiempos muy antiguos. Nos viene tanto desde el Antiguo Testamento como de las formaciones indígenas. Me pregunto si no eran grandes patriarcas los conductores de pueblos indígenas resistentes, como Catriel, Pincén, y tantos otros.
Centralidad y dominio son parte del ego conqueror. Pero acaso, para resistir, ¿hay que partir de la excentricidad y el desapego? ¿Una moral hippie, un abandono de la sujetividad puede salvarnos?.
Roig propone la crítica y la entiende de la siguiente manera:
· Es una función contemporánea a los hechos.
· Tiene un orígen espontáneo.
· Es antes social que epistemológica.
· Es crítica de una racionalidad determinada, no de toda razón posible.
· Supone una constante descentralización del sujeto. La condición de la sujetividad es que el sujeto esté fuera de su centro.
“Así pues, un sujeto que sea capaz de una mirada ectópica, tenga fuerza para reformular un proyecto identitario, con una abierta actitud dialéctica, sin añoranzas ingenuas de una identidad perdida, sin la mitificación de la tierra, sin geocuturalismos aberrantes y sin el regreso a un pasado idealizado como lugar de refugio, todo esto y además, abierto a los aires de una mundialización en la que la humanidad no aparezca dividida mediante las dicotomías con las que nos hemos regido y nos han medido: Ortodoxia / Heterodoxia; Civilización / Barbarie; Progreso / Atraso; Desarrollo / Subdesarrollo; Globalización / Exclusión”.
[ Ibídem ]
Cuando decimos “mirada ectópica” podemos estarnos refiriendo a dos cosas:
· Una mirada sin ningún centro.
· Una mirada excéntrica, es decir con un centro por fuera del sujeto.
Ectópico quiere decir por fuera del lugar. Valga esta primera aclaración para destacar que en nuestra historia americana, siempre estuvo presente la ectopía.
· Por causa de esa recurrente y volvedora ectopía es que tenemos problemas de identidad.
· Y sin pasado irredento, sin nostalgia, sin tierra, sin geoculturalismos, sin lugar de refugio, no podemos recuperar nuestra identidad. Porque la identidad es un asunto cargado de historia y explorado en nuestra memoria y en nuestro pasado.
· ¿Y cómo pelear sin lugar de refugio, ya sea en el espacio o en el tiempo, o en lo temporoespacial?
No existe una mundialización neutra. Existe una mundialización que viene de lejos, donde hay diferentes manifestaciones del ego conqueror que la domina. Existe un imperialismo que renueva la astucia cortesiana y domina la razón cortesiana. Una mundialización que aprovecha las dicotomías que tanto angustian a Roig. Una mundialización que aprovecha que no seamos capaces de jugar usando de las dicotomías a nuestro favor. Una mundialización imperial y forzosa que incluso utiliza las ectópicas descentraciones antipatriarcales, como pasa con ciertas formas de feminismo que van contra las culturas resistentes del Imperio. ¿O acaso antes de destruir Afganistán no empezaron los norteamericanos a propagandizar contra la situación de la mujer en ese país islámico, utilizando esa propaganda como caballito de batalla que preparara a las sociedades occidentales contra los talibanes? ¿O acaso el imperialismo no trata de utilizar, a veces con éxito y a veces sin éxito, la conciencia de género como antitética de la conciencia nacional y la conciencia de clase?
· El ectopismo de Roig le da alas al sujeto del filosofar pero diluye en la excentricidad la construcción del macrosujeto resistente que libere a Nuestramérica. Me pregunto: ¿a este filosofar sobre Nuestramérica no le hace falta primero un ego guerrero previo, tal como a escala del otro-dominador hizo falta un Cortés ego conqueror antes que el cogito?
Y si el ego es guerrero, en el sentido espiritual y no meramente material, en sentido sustancial y no meramente instrumental, ¿de qué sirve un discurso ectópico? Porque para el conflicto que se viene y se anuncia hace falta una nueva centralidad. No hay un
espíritu combatiente sin centro, sin el pucara desde donde defendernosa, y desde donde pensar la guerra.
En su discurso, Roig termina por parecerse a las cavilaciones de Moctezuma. Reconozco en eso algo muy latinoamericano. Pero es una fuente de derrotas.
Habría que agregar alguna consideración sobre el tópico de la “mirada ectópica”.
· La vista no ve. Quien ve es el sistema nervioso central. Toda vista, y desde ahí toda mirada, es una actividad de un sistema nervioso central.
· Desde esa posición tengo que considerar una primera centralidad, que es la orgánica, la del sentido de la vista, que remite necesariamente al cerebro.
· ¿Una mirada ectópica realmente puede existir? Si lo ectópico es el abandono de toda centralidad, es posible que no. Es la ceguera absoluta. Creo, a partir de ahí, que no puede hablarse de mirada ectópica.
· Pero claro, lo otro sería decir que una cosa es una mirada, otra la vista, y otro el sentido de la vista. La vista es el aparato visual, sus componentes, sus órganos. El sentido de la vista es la actividad sensorial de ver, como cerebración, como parte del sistema nervioso central. La mirada es la consecuencia de todo lo anterior más la voluntad de mirar, más la luz, que es indispensable.
¿Podria llegar a decirse que los ojos miran para un sentido de la vista de otro sistema nervioso central? La óptica puede estar en una cámara fotográfica o en una filmadora. Pero la filmadora o la cámara fotográfica no tienen per se un sistema nervioso central. Son cosas. Son elementos protésicos. Prolongan, amplían, expanden la vista humana, y en efecto a ella le presentan el resultado de su función.
Una óptica protésica cualquiera puede expandir el alcance de la vista humana a niveles impensables. Algo similar ocurre con el hombre. Hay en él, también, una mirada protésica de otro, cuanto mira para la centralidad de otro dominador que ejerce sominio sobre él, como cuando lo hace sobre la cámara o la filmadora. Cuando miramos desde Occidente, nos volvemos prótesis visual del cerebro ajeno, vemos para otro, vemos para un centro ajeno.
Lo que no podemos decir es que miremos sin centro. Sencillamente porque es imposible.
“…el ego cogito cartesiano nunca tuvo una sola cara, en cuanto que la posesión de la ciencia no le era ajena, en absoluto, a la posesión de la naturaleza y, con ella, esos seres a los que el colonialismo europeo bautizó con el nombre de “naturales”. Las Cartas de la Conquista de México (1519-1526), de Hernán Cortés constituyen, por eso mismo, algo así como la versión fáctica del Discurso del Método y el modo como, desde la tragedia, nos abrimos a la modernidad. El ego cogito cartesiano tuvo siempre a su lado, para nosotros en particular, el ego conqueror cortesiano. Cartesianismo y cortesianismo se nos dieron a la par y hasta podríamos decir que el primero nos llegó con la cara del segundo”.
[ROIG, Arturo Andrés: La filosofía en nuestra América y el problema del sujeto del filosofar, 2002 ]
Conviene plantear algunas cosas previas:
· El ego conqueror es anterior al ego cogito y no a la inversa. Cortés está antes que Descartes.
· Pero no todo ego conqueror es similar al ego cogito.
· Digámoslo con precisión: el ego conqueror existe desde mucho ante y en tiempos de la existencia y vigencia de otros macrosujetos históricos otras modalidades existenciales y otros despliegues temporoespaciales.
· Pero lo principal no está en señalar, en una u otra dirección, la proximidad entre ambos egos (conqueror y cogito). Está más lejos: es que para poder vencer al ego cogito primero hay que vencer al ego conqueror. Porque este anda todavía por el mundo. Más aún, se ha perfeccionado y ha hecho cada vez más intensas sus diversas manifestaciones.
Creo que primero hay que hablar de ego-nos, y desde ahí, en la profunda problemática de los nosotros que contornan y diferencian en temporoespacial a un ego, podamos encontrar el camino.
· Porque de lo contrario estaremos enfrentando al cogito pero no al conqueror. Y eso sería la madre de un gran error porque quizá de esa manera le estuviéramos ayudando al conqueror en su dominio sobre nosotros.
· En efecto, el ego conqueror pudo imponerse con facilidad allí donde no estaba el cogito, no estaba la posibilidad de un pensar autónomo, una definida subjetividad. Esta afirmación vale cuando nos referimos al enfrentamiento entre Cortés y Moctezuma.
· Autónomamente de todo principio basado en asuntos de moral o religión, autónomamente de toda piedad, y además, autónomamente de toda culpa, el ego conqueror personificado por Hernán Cortés destroza al sujeto de sujeción, es decir a la pasividad que se expresa en Moctezuma, pasividad que es consecuencia de la hybris de la culpa por violación de una preceptiva religiosa, o más aún, por la violación de un pacto con los dioses.
· Moctezuma está al medio y en pasividad desmesurada porque enfrenta sin decisión al otro y lo hace así porque está enredado en la verdadera existencia real del conflicto entre dos garantes metasociales: Quetzalcoatl y Huitzilopochtli.
· No es la guerra entre dos macrosujetos humanos. Es una guerra entre garantes metasociales. Lo individual posesivo no está en Moctezuma y en la formación humana que él representa. No puede separar al conqueror de la profecía de sus garantes metasociales. Y no sólo de la profecía sino del fatalismo. Hay un desastre que va a suceder fatalmente. Algo ha sido dicho ya. Está anunciado. Y el ego conqueror se presenta como consumación.
Es una cuestión destinal. Y el destino, según Hegel, es el principio de la acción puesto fuera. El destino se manifiesta, decimos, en eso que es una profecía en el sentido de anuncio de fatalidad, en el sentido de inexorabilidad.
Hay dos principios de la acción:
· uno puesto dentro: la libertad.
· otro puesto fuera: el destino.
Además:
· cuando hay sujeto en sentido activo la libertad se afirma y se plenifica.
· cuando hay sujeción hay pasividad, hay dependencia del destino.
Hegel dice que el hombre es libre porque así lo es desde el solo hecho de nacer, ¿pero eso vale más allá del Occidente europeo?
· en efecto: en lo que entonces se llamaba despotismo oriental no parecen presentarse las condiciones para la libertad. Sin embargo, la libertad, o el sujeto decidido a la libertad parecen haberse presentado en todas las formaciones, aún a despecho de un cierto destino aciago de ese comportamiento heroico. Nunca el sometimiento ha sido absoluto.
Por otra parte, hay una especie de presión destinal sobre el hombre de hoy, y esa presión destinal aparece como justificación o legitimación mítica de la crisis como castigo, como algo que inexorablemente tenía que ocurrirnos. Eso lo estamos viviendo hoy los argentinos y eso es quizá una de las connotaciones principales de la crisis: el hecho de que la veamos como destino oprobioso pero merecido, como purgación de una especie de culpa colectiva.
· ¿Es acaso un moctezumismo? ¿Es una forma sometida de situarnos frente al nuevo ego conqueror que nos quita capacidad para resistir?
Ahora bien: ¿no será que nos hace falta recuperar algo del cogito, ser también ego cogito nosotros para saltar de estos barrotes destinales hacia la libertad? ¿O el cogito es para los siempre conqueror, es decir ellos, y el destino siempre para nosotros?
¿Qué quiere decir en este contexto ego cogito en relación con ego conqueror? Quiere decir que el sujeto conoce para sí. Comoce para dominar la naturaleza, para ponerla a su servicio. Y en ese marco reduce a naturaleza dominable y explotable al hombre.
Es el cogito quien pone al sujeto de un lado y al objeto del otro, o más aún separa a sujeto dominador de un lado y objeto dominado del otro o es el cogito sumado al conqueror?
· ¿Es posible diferenciar aquello que es cogito puro de aquello que es conqueror puro?.
· Es posible diferenciar aquello que es cogito puro de aquello que es conqueror puro?
· ¿Se puede separar y diferenciar en esto lo cartesiano de lo no cartesiano? ¿En qué punto ambas cosas están juntas y desde dónde se separan?
Antes de responder a estas preguntas es conveniente ajustar la mira:
· Los mexicas eran un pueblo conquistador y guerrero. Expertos en vencer, dominar y sojuzgar pueblos. Eran una formación cuya modalidad existencial era superagónica. La superagonía supone que no puede sobrevivir la formación a la guerra. Sólo con la guerra la formación existe.
· Pero en su ego-nos, los mexicas no actúan autónomamente. Ellos no son el macrosujeto. Ellos son el instrumento, el sujeto en pasividad de un dios, un garante metasocial, guerrero insigne, que muere si no devora el corazón de sus enemigos. Ese macrosujeto es Huitzilopochtli.
· Moctezuma y toda la aristocracia mexica, para que no fenezca la formación, engañan al dios, o tratan de engañarlo, entregándole prisioneros obtenidos en una guerra arreglada.
· Moctezuma siente la culpa frente al dios guerrero. Pero es una culpa que no puede expiar. Moctezuma no tiene la libertad de expiar o no expiar. En consecuencia no puede deliberar entre libertad y destino.
Sigamos ajustando la mira: otro asunto que formula Roig es el del centrismo, o centralidad inherente al sujeto cartesiano:
“…todos los modos de ejercer la función de centro, es decir, de dominio, tales como son, entre los más resistentes, el logocentrismo, el androcentrismo, el etnocentrismo (el europeísmo es un etnocentrismo, ignorado hasta hace poco por los antropólogos colonialistas)”.
[ Ibídem ]
La centralidad del sujeto es el lugar desde donde controla, primeramente, su autodominio. NO podría dominar nada externo a él si no tuviera la centralidad del autodominio.
· El sujeto tiene libertad a partir de su centralidad. No tiene centralidad si está determinado desde un garante metasocial. Tenochtitlán es el centro de Huitzilopochtli. No de los mexicas. Ellos son parte del centro de Huitzilopochtli.
Logocentrismo, etnocentrismo, androcentrismo, derivan de patriarcalismo, según nos lo dice Roig:
“En todo momento e posible leer por detrás de las nuevas maneras de comprensión y de exploración de la conciencia que van mostrando los sucesivos momentos de crisis, una praxis que impulsa a reformular las relaciones clásicas establecidas entre conciencia y sociedad, conciewncia y cultura, conciencia y corporeidad, sobre las que se sostenía y se sostiene esa categoría omnicomprensiva, colocada en el centro mismo de la problemática de la sujetividad: nos referimos al patriarcalismo. Dentro de la larga y también trágica lucha contra la vigencia de este ideología ordenadora, Olympe de Gouges combatió, en 1791 al sujeto androcéntrico; el sujeto burgués fue enfrentado por Marx a partir de sus escritos juveniles de 1848 y ridiculizado más tarde, sangríamente en La ideología alemana; el sujeto filisteo, de tan antigua tradición, fue denunciado, en su versión moderna, por Nietzsche desde 1872; el sujeto de la conciencia autosuficiente se oscureció irremediablemente por obra de Freud, a partir de 1900. Todas ellas, formas diversas de sujetividad que se suponen y se complementan, que se interfieren y hasta se anulan en su conflictivos procesos, desde aquella macrocategoría que mencionamos, la de patriarcalismo”.
[ Ibídem ]
La centralidad patrialcal está en nuestra cultura occidental instalada desde tiempos muy antiguos. Nos viene tanto desde el Antiguo Testamento como de las formaciones indígenas. Me pregunto si no eran grandes patriarcas los conductores de pueblos indígenas resistentes, como Catriel, Pincén, y tantos otros.
Centralidad y dominio son parte del ego conqueror. Pero acaso, para resistir, ¿hay que partir de la excentricidad y el desapego? ¿Una moral hippie, un abandono de la sujetividad puede salvarnos?.
Roig propone la crítica y la entiende de la siguiente manera:
· Es una función contemporánea a los hechos.
· Tiene un orígen espontáneo.
· Es antes social que epistemológica.
· Es crítica de una racionalidad determinada, no de toda razón posible.
· Supone una constante descentralización del sujeto. La condición de la sujetividad es que el sujeto esté fuera de su centro.
“Así pues, un sujeto que sea capaz de una mirada ectópica, tenga fuerza para reformular un proyecto identitario, con una abierta actitud dialéctica, sin añoranzas ingenuas de una identidad perdida, sin la mitificación de la tierra, sin geocuturalismos aberrantes y sin el regreso a un pasado idealizado como lugar de refugio, todo esto y además, abierto a los aires de una mundialización en la que la humanidad no aparezca dividida mediante las dicotomías con las que nos hemos regido y nos han medido: Ortodoxia / Heterodoxia; Civilización / Barbarie; Progreso / Atraso; Desarrollo / Subdesarrollo; Globalización / Exclusión”.
[ Ibídem ]
Cuando decimos “mirada ectópica” podemos estarnos refiriendo a dos cosas:
· Una mirada sin ningún centro.
· Una mirada excéntrica, es decir con un centro por fuera del sujeto.
Ectópico quiere decir por fuera del lugar. Valga esta primera aclaración para destacar que en nuestra historia americana, siempre estuvo presente la ectopía.
· Por causa de esa recurrente y volvedora ectopía es que tenemos problemas de identidad.
· Y sin pasado irredento, sin nostalgia, sin tierra, sin geoculturalismos, sin lugar de refugio, no podemos recuperar nuestra identidad. Porque la identidad es un asunto cargado de historia y explorado en nuestra memoria y en nuestro pasado.
· ¿Y cómo pelear sin lugar de refugio, ya sea en el espacio o en el tiempo, o en lo temporoespacial?
No existe una mundialización neutra. Existe una mundialización que viene de lejos, donde hay diferentes manifestaciones del ego conqueror que la domina. Existe un imperialismo que renueva la astucia cortesiana y domina la razón cortesiana. Una mundialización que aprovecha las dicotomías que tanto angustian a Roig. Una mundialización que aprovecha que no seamos capaces de jugar usando de las dicotomías a nuestro favor. Una mundialización imperial y forzosa que incluso utiliza las ectópicas descentraciones antipatriarcales, como pasa con ciertas formas de feminismo que van contra las culturas resistentes del Imperio. ¿O acaso antes de destruir Afganistán no empezaron los norteamericanos a propagandizar contra la situación de la mujer en ese país islámico, utilizando esa propaganda como caballito de batalla que preparara a las sociedades occidentales contra los talibanes? ¿O acaso el imperialismo no trata de utilizar, a veces con éxito y a veces sin éxito, la conciencia de género como antitética de la conciencia nacional y la conciencia de clase?
· El ectopismo de Roig le da alas al sujeto del filosofar pero diluye en la excentricidad la construcción del macrosujeto resistente que libere a Nuestramérica. Me pregunto: ¿a este filosofar sobre Nuestramérica no le hace falta primero un ego guerrero previo, tal como a escala del otro-dominador hizo falta un Cortés ego conqueror antes que el cogito?
Y si el ego es guerrero, en el sentido espiritual y no meramente material, en sentido sustancial y no meramente instrumental, ¿de qué sirve un discurso ectópico? Porque para el conflicto que se viene y se anuncia hace falta una nueva centralidad. No hay un
espíritu combatiente sin centro, sin el pucara desde donde defendernosa, y desde donde pensar la guerra.
En su discurso, Roig termina por parecerse a las cavilaciones de Moctezuma. Reconozco en eso algo muy latinoamericano. Pero es una fuente de derrotas.
Habría que agregar alguna consideración sobre el tópico de la “mirada ectópica”.
· La vista no ve. Quien ve es el sistema nervioso central. Toda vista, y desde ahí toda mirada, es una actividad de un sistema nervioso central.
· Desde esa posición tengo que considerar una primera centralidad, que es la orgánica, la del sentido de la vista, que remite necesariamente al cerebro.
· ¿Una mirada ectópica realmente puede existir? Si lo ectópico es el abandono de toda centralidad, es posible que no. Es la ceguera absoluta. Creo, a partir de ahí, que no puede hablarse de mirada ectópica.
· Pero claro, lo otro sería decir que una cosa es una mirada, otra la vista, y otro el sentido de la vista. La vista es el aparato visual, sus componentes, sus órganos. El sentido de la vista es la actividad sensorial de ver, como cerebración, como parte del sistema nervioso central. La mirada es la consecuencia de todo lo anterior más la voluntad de mirar, más la luz, que es indispensable.
¿Podria llegar a decirse que los ojos miran para un sentido de la vista de otro sistema nervioso central? La óptica puede estar en una cámara fotográfica o en una filmadora. Pero la filmadora o la cámara fotográfica no tienen per se un sistema nervioso central. Son cosas. Son elementos protésicos. Prolongan, amplían, expanden la vista humana, y en efecto a ella le presentan el resultado de su función.
Una óptica protésica cualquiera puede expandir el alcance de la vista humana a niveles impensables. Algo similar ocurre con el hombre. Hay en él, también, una mirada protésica de otro, cuanto mira para la centralidad de otro dominador que ejerce sominio sobre él, como cuando lo hace sobre la cámara o la filmadora. Cuando miramos desde Occidente, nos volvemos prótesis visual del cerebro ajeno, vemos para otro, vemos para un centro ajeno.
Lo que no podemos decir es que miremos sin centro. Sencillamente porque es imposible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario