Trasladar un millón de dólares a través de la mitad del globo demora tres segundos y cuesta 40 centavos de dólar
Por Walter Goobar
El centro financiero del mundo no está ubicado en Wall Street, sino que sólo es conocido para un número escaso de iniciados bajo la lacónica abreviatura CHIPS, (Clearing House Interbank Payments System) y está situado sobre una de las márgenes del río Hudson, en el corazón de Manhattan, en un salón azul que tiene un tamaño un poco mayor que el de una cancha de tenis. Su dirección exacta jamás se menciona para prevenir ataques terroristas. El acceso al público en general y a la prensa están absolutamente vedados. Su importancia es tan vital que sobre la otra margen del Hudson existe una réplica exacta, con computadoras gemelas y escritorios vacíos para ser utilizados en caso de un ataque nuclear, catástrofe natural o atentado terrorista. Sin embargo, quienes diseñaron ese bunker superseguro jhamás imaginaron que iba a terminar tornandose peligroso para si mismo.
A través de las memorias de las gigantescas computadoras Unisys emplazadas en esa desconocida oficina neoyorquina de clearing interbancario, transitan diariamente un billón de dólares convertidos en señales electrónicas que recorren la geografía del planeta en fracción de segundos y cambian de dueño con la misma celeridad.
Nada mejor que analizar el carácter de las transacciones que circulan por las redes de CHIPS para comprender las características de la crisis actual y sus responsables. Un escaso cinco por ciento de las transacciones realizadas por CHIPS están vinculadas al comercio de bienes o mercaderías, un 15 por ciento son inversiones y los 800.000 millones de dólares restantes son transacciones puramente especulativas. Trasladar un millón de dólares a través de la mitad de la superficie del globo demora tres segundos y cuesta 40 centavos de dólar. Seguir las pistas de los "volátiles" flujos financieros en las transacciones electrónicas es prácticamente imposible. Detenerlo parece impensable. Al menos, por ahora.
A través de CHIPS se blanquean 700.000 millones de dólares por año, lo que equivale a siete millones de dólares por minuto, sacando los fines de semana. El dinero electrónico tiene la forma de algoritmos matemáticos sin ningún tipo de titularidad o denominación del poseedor. Ese dinero, golondrina o especulativo es el que en las últimas horas ha hecho sentir los efectos de la crisis financiera en plazas tan distantes de Wall Srtreet como Brasil o Chile.
Una de las paradojas de esta crisis es el fortalecimiento del dólar. Mientras el sentido común indica que al tambalearse la economía norteamericana, el dólar debería depreciarse, pero está ocurriendo exactamente lo contrario.
En las mesas de dinero relatan que el alza en el precio del billete verde se debe principalmente a la crisis de confianza que azota a los mercados, ya que muchos inversionistas están cerrando sus posiciones y sobre todo escapando de las bolsas emergentes, dicen. Los economistas destacan tres factores que explican gran parte del fortalecimiento del billete: la caída de los commodities, la incertidumbre de los mercados y las señales que ha enviado el gobierno de Estados Unidos. Esa es una explicación demasiado simmplista. En la realidad, este fortalecimiento del dólar lleva implícita una consecuencia más perversa que consiste en que los países emergentes que nada tuvieron que ver con los "acfivos tóxicos" terminarán pagando una parte de las pérdidas ocasionadas por la timba bursátil organizadas a miles de kilómetros de distancia.
Hace más de una década que el Grupo de los Siete (G-7) que a comienzos de la postguerra fría se postuló como una suerte de "gobierno mundial" llegó a la conclusión de que esos miles de millones de dólares girando alrededor del planeta sin otra consideración que el lucro fácil e inmediato han escapado totalmente del control de los gobiernos, los bancos centrales y hasta de los bancos privados. Por ese motivo tantos especialistas ven con tanto escepticismo el plan de rescate financiero aprobado el pasado viernes por el Congreso de los EEUU y por eso los mercados reaccionan como reaccionan. Con pánico.
Michelle Boldrin, catedrático de la Washington University sostiene que la gran mayoría de los académicos de Estados Unidos consideran el plan Paulson una mala idea, con la obvia excepción de los que trabajan para los bancos beneficiados por este plan y, por supuesto, los que han trabajado o trabajan para la Administración Bush. Los demás, demócratas, republicanos o ultraliberales, consideran el bailout, lo que la Reserva Federal y el Gobierno de Estados Unidos han puesto en marcha, un absoluto disparate.
Para Boldrin existen muchas cosas que la Reserva Federal y el Gobierno de Estados Unidos podrían haber hecho, y todavía tienen la oportunidad de hacer, para manejar esta crisis de una manera más responsable y socialmente útil. Entre las sugerencias más convincentes que vienen del mundo académico, hay las siguientes:
1. Imponer a los bancos que se recapitalicen de forma inmediata.
2. Comprar hipotecas en quiebra, atacando el virus en sus raíces. Si hay que gastar impuestos, esto es más eficiente que comprar promesas complicadas escritas sobre papel mojado.
3. Imponer, por intervención directa de la Reserva Federal y del Tesoro, que se cierren aquellos contratos derivados que están actuando como píldoras envenenadas distribuyendo los beneficios. De manera que se puedan maximizar las solvencias del sistema, no la de los bancos individuales. Por supuesto sostieneBoldrin en El País-, esto implicaría la quiebra de varios bancos: un precio razonable para permitir al sistema, en su conjunto, limpiarse y volver a funcionar.
4. Abrir de inmediato un debate público sobre los criterios con los cuales los mercados financieros y las instituciones que operan en ellos tendrían que actuar.
Sostienen los pesimistas bien informados como Boldrinque ya nada será igual que antes. La especulación financiera lo ha cambiado todo.
El mundo se ha convertido en el escenario de una batalla que dará nueva forma a las finanzas internacionales ya que cada uno de estos desplazamientos de capital produce la correspondiente redistribución del poder y de la riqueza a nivel mundial y local. En ninguno de los dos planos las perspectivas son alentadoras.
Los pesimistas bien informados advierten que este cataclismo no es nada en comparación con la llegada de la pobreza, la angustia y el miedo que con la misma velocidad con que se mueve el dinero en el ciberespacio-, están abonando el terreno para la mezquindad, la abolición de los escrúpulos y el cinismo.
Diario Buenos Aires Económico
29 de octubre de 2008
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