Editor: Mario Rabey

3 de abril de 2008

Raúl Montenegro - la furia ruralista sojera


Por el Dr. Raúl A. Montenegro, Biólogo. Premio Nóbel Alternativo (Estocolmo, Suecia) Presidente de FUNAM. Profesor Titular de Biología Evolutiva en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina)

Qué duro es ver cacerolas relucientes y llenas de soja RR en el asfalto civilizado de Buenos Aires.


Qué duro es ver las cacerolas renegridas y sin tierra de los campesinos de Santiago del Estero.


Qué duro es ver a los estudiantes de universidades argentinas con sus carteles de apoyo a los ruralistas en huelga, como si Monsanto y el Che Guevara pudieran darse la mano.Qué duro es recordar que esas cacerolas relucientes, esos estudiantes movilizados y esas familias temerosas del desabastecimiento no salieron a la calle cuando los terratenientes de este siglo XXI expulsaron a familias y pueblos enteros para plantar su soja maldita.


Qué duro es ver la furia ruralista al amparo de reyes sojeros como el Grupo Grobocopatel.


Qué duro es ver el rostro reseco de Doña Juana expulsada, de doña Juana sin tierra, de doña Juana con sus muertos bajo la soja.


Qué duro es ver que se cortan las rutas para que China y Europa no dejen de tener soja fresca, y para que Monsanto no deje de vender sus semillas y sus agroquímicos. Qué duro es comprobar, con los dientes apretados, y con el corazón de si y sin bosques, que nadie habló en nombre de los indígenas expulsados de sus territorios, de sus plantas medicinales, de su cultura y de su tiempo para que la soja y el glifosato sean los nuevos algarrobos y los nuevos duendes del monte.


Qué duro es ver con las manos y tocar con los ojos que nadie habló en nombre de los campesinos echados a topadora limpia, a bastonazos y a decisiones judiciales sin justicia para que ingresen el endosulfán, las promotoras de Basf y las palas mecánicas con aire acondicionado.


Qué duro es saber que nadie habló en nombre del suelo destruido por la soja y por el cóctel de plaguicidas. 


Qué duro es comprobar que muchos productores, gobiernos y ciudadanos no saben que los suelos solo son fabricados por los bosques y ambientes nativos, y nunca por los cultivos industriales. Qué duro es saber que para fabricar 2,5 centímetros de suelo en ambientes templados hacen falta de 700 a 1200 años, y que la soja los romperá en mucho menos tiempo.


Qué duro es recordar que el 80% de los bosques nativos ya fue destrozado, y que funcionarios y productores no ven o no quieren ver que la única forma de tener un país más sustentable es conservar al mismo tiempo superficies equivalentes de ambientes naturales y de cultivos diversificados. Qué duro es observar cómo se extingue el campesino que convivía con el monte, y cómo lo reemplaza una gran empresa agrícola que empieza irónicamente sus actividades destruyendo ese monte.


Qué duro es ver que el monocultivo de la soja refleja el monocultivo de cerebros, la ineptitud de los funcionarios públicos y el silencio de la gente buena. Qué duro es saber que miles de Argentinos están expuestos a las bajas dosis de plaguicidas, y que miles de personas enferman y mueren para que China y Europa puedan alimentar su ganado con soja.


Qué duro es saber que las bajas dosis de glifosato, endosulfán, 2,4 D y otros plaguicidas pueden alterar el sistema hormonal de bebés, niños, adolescentes y adultos, y que no sabemos cuántos de ellos enfermaron y murieron por culpa de las bajas dosis porque el estado no hace estudios epidemiológicos.


Qué duro es saber que los bosques y ambientes nativos se desmoronan, que las cuencas hídricas donde se fabrica el agua son invadidas por cultivos, y que Argentina está exportando su genocidio sojero a la Amazonia Boliviana. Qué duro es comprobar que las cacerolas relucientes son más fáciles de sacar que las topadoras y el monocultivo.Qué duro es comprobar que en nombre de las exportaciones se violan todos los días, impunemente, los derechos de generaciones de Argentinos que todavía no nacieron. Qué duro es ver las imágenes por televisión, los piquetes y las cacerolas mientras las almas sin tierra de los campesinos y los indígenas no tienen imágenes, ni piquetes, ni cacerolas que los defiendan.


Qué duro es comprobar que estas reflexiones escritas a medianoche solo circularán en la casi clandestinidad mientras Monsanto gira sus divisas a Estados Unidos, mientras las topadoras desmontan miles de hectáreas en nuestro chaco semiárido para que rápidamente tengamos 19 millones de hectáreas plantadas con soja, y mientras miles de niños argentinos duermen sin saber que su sangre tiene plaguicidas, y que su país alguna vez tuvo bosques que fabricaban suelo y conservaban agua.


Muy cerca de ellos las cacerolas abolladas vuelven a la cocina.

1 comentario:

KU-KITA dijo...

Primero que todo agradezco su visita a mi humilde blog, don Mario. Segundo, voy a tutearlo puesto que considero que el respeto pasa por otra parte y tercero quiero felicitarte nuevamente por la elección de este excelente artículo. Es triste, como bien dice Montenegro, ver lo que vimos estos últimos días, parece que hay mucha gente que no tiene memoria y que solo saltan cuando se les toca al bolsillo, es todo tan superficial (como aquella unión de los ahorristas a los piqueteros, a los que sólo bancaron mientras le sfueron útiles). Yo me pregunto por qué serán tan reaccionarios algunos grupos y no encuentro respuesta. Aún cuando veía en la televisión camiones que tiraban su carga mientras grupos de pibes que se mueren de hambre intentaban agarrar un poco de leche en algún recipiente precario, tuve que escuchar de parte de compañeros de oficina comentarios a favor de los "señores del campo". Será que nadie se da cuenta de que estos pobres campesinos (los que tienen 1 m2 para cultivar, no los oligarcas)están jugando el papel de los pobres piqueteros de 2001?. Debe ser mucho peor, seguramente nuestra querida clase media reaccionaria que la semana pasado inundó las calles con cacerolas sabe que es así pero simplemente no les importa. Como no les importa el tipo que no tiene trabajo, o el que no tiene acceso a la salud o a la justicia o a la educación. Estas cosas me duelen, pero afortunadamente no me siento sola, seguí con estos buenos artículos, abrazo