Editor: Mario Rabey

31 de marzo de 2008

Un modelo para pocos

Sebastián Gutiérrez


Vivo en Madrid hace cinco años. Nací en Liniers y me críe en José Ingenieros, provincia de Buenos Aires. Allí viví con mis padres antes de venirme a España. Tenía una humilde panadería en el barrio de Villa Luro. Me tocó vivir toda la crisis de De la Rúa, el corralito, los saqueos, el cacerolazo, etc. Aguanté inmóvil, impotente y desamparado hasta que me di cuenta de que no era bueno para mi salud mental y me fui apretando los dientes con la esperanza de volver. Hoy la realidad es otra, veo a la Argentina desde afuera, la comprendo más y la quiero más. Pero, lo de ayer (visto en directo a las 4 de la madrugada) me ha vuelto a desilusionar. No lo entiendo... Cuando yo me puse la panadería con mis padres, con plata prestada de familiares y amigos, se vino la crisis. Por aquel entonces, la docena de facturas la cobraba tres pesos y el saco de harina me salía 20 pesos. Luego del corralito que a mí no me tocó (por desgracia nunca tuve resto para ahorrar) se vino la pesificación de las deudas (de esas sí tenía muchas). Entonces caí en la trampa hipócrita de la Argentina. Veía, por un lado, cómo se pesificaban las deudas de sectores del campo a un valor menor de lo que me pesificaban mis deudas (me parecía justo para una reactivación) y, por otro lado, la materia prima que compraba “del campo” me la cobraban a precio dólar. La harina pasó a valer 50 pesos y toda la materia prima (manteca, dulce de leche, margarina) tuvo subas de hasta un 300 por ciento; y ¿qué pasó? Que yo no podía subir la factura un 300 por ciento, o sea, cobrarla 9 pesos, la subí a 3,60 (un 20 por ciento más). Como verán la cuenta es muy fácil, la diferencia me la comí yo, como todos los pequeños minoristas. Mientras, el “campo”, augurando una reactivación por exportaciones y competitividad, me vendía la materia prima al mismo precio que a una panadería de Madrid. Ahora me pregunto, la gente que estaba ayer en las calles, ¿qué reclamaba? ¿Que los precios suban en las góndolas? ¿Que falte la comida? ¿Ganar más plata? Es tan claro como triste, la ignorancia todavía hace que la clase media se enfrente con los más pobres, y los que ganan son siempre los mismos, la oligarquía codiciosa y egoísta a la que siempre le interesó más su bolsillo que los intereses de la Argentina. Y son siempre los mismos los que confunden a esta clase media, cada vez más incrédula y apolítica que persigue el modelo de “sálvese quien pueda”. Este es el modelo que más les conviene a los “cinco” que deciden el futuro del país. Un país que sale a la calle porque le tocan los ahorros (totalmente válido y en su derecho); pero que, una semana antes cuando sale en portada una niña tucumana desnutrida, se queda en su casita comentando que la docena de medialunas subió un 20 por ciento.

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