Editor: Mario Rabey

6 de diciembre de 2011

Apuntes sobre la música alegre

Matías Nicolaci

Charly García y Mercedes Sosa en una de sus varias fiestas
La última noticia de la conspiración de idiotas es que la música de una fiesta debe estar bien arriba, “up” para que todo sea alegre, lo que no estaría del todo mal sino fuera porque insensiblemente se pasa por un silogismo que dice que, como lo mejor en la vida sería ser siempre alegres, y la música alegre alegra la vida, la música evidentemente “alegre” es la única posible, la que deberíamos preferir ante todas.

Odio con todo el alma a aquellos que desprecian una música por “deprimente”.

Más bien a mí me deprime lo contrario, es decir, me deprimen los colores y los gritos y los miles de miles ruiditos de una música hecha por un rubio con cara de nada. Me deprime lo inane. Así como con el vacío existencial del mundo y la nada ominosa vibrante al fondo de todo, me deprime igualmente la música de Lady Gaga, de David Guetta, el Reggetón, la cumbia, etc.,

Me deprime la nada.

Me deprime Lady Gaga, David Guetta, el Reggetón, la cumbia, etc.,

(Si sigo repitiendo esta frase, podría hacer una música de ese tipo; la voz en off de un negro centroamericano diciendo Me deprime la nada. Me Deprime Lady Gaga, David Guetta, el Reggetón. Me deprime la nada –trompetas- Lady Gaga, David Guetta, el Reggetón y así hasta el infinito de lo alegre y de lo bailable, hasta llegar al planeta de felicidonia)

-Padre, ¿Estar alegre es sonreír?
-No, hija.
-Padre, ¿Por qué ríen los payasos?
-Porque se supone que la risa trae más risa.
-pero ¿Ríen de verdad, padre?
-No, hija. Ríen porque les pagan. Ríen ocho horas al día. Ríen hasta llorar de cansancio y de hartazgo, al llegar a sus casas.

Por la misma razón que no se ha visto a ningún empleado de comercio llorar, por la misma razón los tejedores de la música bailable hablan siempre de la alegría –o no hablan, o se limitan a un sofisticado arte de la superficialidad y el olvido-.

Se supone que la risa trae más risa.

Se supone que la risa es la felicidad.

Se supone que la gente quiere comprar la felicidad.

Se supone que la gente es idiota.

Y así todo se gesta en una subestimación general y planificada. El mismo pensamiento que dice que los negros se venden por choripanes y televisores y se gastan la asignación universal en drogas y alcohol, es coincidente con aquél que sostiene que a la gente hay que darle “lo” alegre. Como si eso fuera algo fácil de determinar, aislar, encapsular, y distribuir de un modo total al resto de los mortales.

Del mismo modo que nosotros somos latinos (es decir, románticos, pasionales, hasta graciosos, pero nada inteligentes, es decir, una simpática variedad del mono).

Y así entonamos cantos que hablan sobre una “morena” en una playa de no sé qué lugar, y queremos usar cadenas y estar arriba, más up, más arriba, siempre.

Esa es la música que siempre aborreceré. La que habla desde el lugar de los ganadores. La del tipo que tiene plata, minas, y una pija más ancha que la 9 de julio.

Sobre todo pienso que los argentinos, siempre que hicimos cosas grandes, lo hicimos desde un lugar completamente opuesto, desde la nostalgia, desde la fragilidad y la pérdida, desde el anonimato de una cultura desplazada y relegada, y eso nos ha dado momentos de felicidad mucho mayores, mucho más intensos y duraderos.

La mano de Maradona en el 86 se teje con la amargura de todas nuestras derrotas, los libros de Di Benedetto, el tango, la música de Spinetta, de García, esas son cosas que nos han hecho y nos hacen soñar.

Esas son las cosas que me dan alegría. Aunque no ría. Aunque no baile. Aunque no tenga mucha plata.

1 comentario:

Maly dijo...

Excelente trabajo!!!
Me emocioné!!! Mi papá me decía que la risa llama a la risa. Lo trajiste a mi presente..... Gracias Mario!!!