Editor: Mario Rabey

2 de agosto de 2011

Dos horas en el Borda, lunes 1 de agosto de 2011

La psicosis no es fácil

de Cronista Por Naturaleza
(Inés Ambrogio)


el poco Color del día de hoy
Entrar al Hospital BORDA, es blanco y negro...

Algunos grises quizás, mucho silencio de lunes, y frío, mucho frío en el camino que me lleva al Servicio 17 que alberga 33 pacientes los cuales aún hoy, después de 100 días, no tienen gas.

Los pasillos  están desiertos o casi, en la primera tarde del mes de agosto.
La ciudad  de almas que hay allí adentro no tiene nada que festejar.
Es mediodía, y las viandas que tendrían que haber llegado desde Lugano, para ser recalentadas en el Moyano, y luego llevadas a los internos, todavía no han llegado.
No hay gas.
Muchas de las ventanas están rotas, la pintura y el material de las paredes y techos son oscuros. Hay humedad, hongos, desinterés general.

Tres veces por semana, a  las 7.30 a.m. llega Carlos, el sicólogo que me invitó a conocer este laberinto casi fantasmagórico en el que me perdí, antes de chocarme con su cálida sonrisa.

Carlos trabaja en el Borda ad honorem hace 8 años, recibiendo pacientes internados en el lugar, y otros ya dados de alta pero que vuelven a seguir su tratamiento, hasta que dejen de necesitarlo.
Además, reciben medicación gratuita, buen trato y contención.
Luego de una recorrida general, y de una charla con las enfermeras a modo de paneo acerca de lo ocurrido la noche anterior, se lleva a algún interno a su sesión de terapia.
Comienza a trabajar.
No hay computadoras a la vista, en su despacho.
No hay computadoras.
Se comparte la que hay en la oficina de al lado, para buscar detalles que se necesiten sobre historias clínicas.
No puedo sacarme el tapado, sigo caminando.


Sin gas , no se puede cocinar
Empiezan a aparecer algunos internos.  Nos saludamos con una sonrisa, como si nos conociéramos.
Carlos necesita un  trabajo rentado, y lo tiene en la Defensoría del Pueblo (Área de Salud). Recuerda haber empezado en el Borda, por invitación de una colega a través de algún post grado que cursaban juntos en el mismo lugar en el que hoy, mejor seguir caminando, para “matar“ el frío…
Hoy dirige este lugar el Dr. Puerta, bien mirado por quien me cuenta esta historia, por tener muy buen trato con los pacientes, y no pertenecer a la línea “dura” o biologista de otros profesionales, que recetan pastillas  indiscriminadamente.

Seguimos caminando, subimos escaleras, el silencio es aplastante.
Hoy no está en funcionamiento la querida Radio “La Colifata “que abre sus puertas los sábados por la tarde, y que atrae a algunos curiosos con ganas de cooperar

Hoy no hay Color. Entro a una sala de internados, sigue el frío, y un perro atado a una cama me recibe moviendo la cola.
Me quedo muda.
El piso está sucio, alguien fuma sin parar, y el perro salta de alegría.
Solo saludamos y seguimos. Hay una televisión prendida, pero nadie la mira (aparecen las noticias de la elección de ayer…).
Cada vez me cuesta más hablar, y solo escucho y tomo nota.
Se dan 15.000 prestaciones al año en forma totalmente gratuita.
Anoto más cifras: en al año 2007, una encuesta determinó que trabajaban 500 profesionales sin cobrar centavo alguno, sino más bien por la Causa, como suele decirse.
Pero el año pasado se jubilaron muchos…

Seguimos caminando, salimos a los parques, al aire libre. Sigue el Gris.
En el servicio 17, lugar en el que trabaja Carlos, sólo 3 profesionales de los 15 que hay reciben un sueldo.
El resto… Argentinos solidarios?... Sí.
Aprieto mi libro de Julio Verne, “Viaje al Centro de la Tierra”, bajo el brazo.
En su interior, la historia también habla de un aventurero al que no le importaba el peligro de una obra “imposible” de llevar a cabo.
Y de eso hablo con Carlos: “¿por que ahí?” ,”por que seguir?”…
Un rato de silencio … lo sé por intuición.
Es del tipo de capitán que no abandona el barco.

Tiene vocación de ayudar.
Él, las enfermeras, el frente artístico del Borda, los anónimos que llevaron ropa para los internos en el último festival a beneficio…
Anoche, en la ciudad de “afuera”, todo era colores para algunos ganadores.
Se prometía trabajo, dignidad, y otras yerbas que se iban diluyendo en un discurso de felicidad tan débil…
Tan débil.
El ganador,  NO quiere conservar abiertos  a los  hospitales  llamados “monovalentes”, o especializados.
Eso incluiría al Oncológico, al de Gastroenterología, al Borda, al Moyano…
Mientras tanto, recuerdo el momento de mi ingreso a este hospital.
Perdida en su laberinto de viento y frío, uno de los internos pasa por detrás de un médico que lee un informe, y lo empuja con cariño.
El sorprendido en cuestión, solo le dedica una gran sonrisa, y sigue leyendo.
Juegan.

A dónde irán a parar  los que quieran seguir jugando a curarse…
A dónde, me pregunto mientras aprieto el libro bajo el brazo.

1 comentario:

ariadna dijo...

Así de patético, doloroso.
Los locos, los pobres, los niños, los viejos...algún día tocarán la puerta del indiferente.