Editor: Mario Rabey

12 de septiembre de 2008

Discriminación - (5) La resolución de conflictos en las sociedades sin Estado

Mario Rabey

5. La resolución de conflictos en las sociedades sin Estado

Las sociedades aldeanas, antes de quedar incluidas en sociedades complejas estatales (y en muchos casos, aún después de haber quedado incluidas en ellas) resolvían sus conflictos de una manera muy eficiente. Por ejemplo, sigamos considerando el caso de los guaraníes. Primero intercambiaban algunas cosas, algunos bienes: por ejemplo, una aldea intercambiaba con otra aldea mandiocas por canoas; esta aldea que conseguía así las mandiocas las intercambiaba por peces.

La aldea que conseguía los peces tal vez estaba un poco más lejos, ya en las serranías que hoy están en el sur de Brasil, y cambiaba los peces por obsidiana, que es una piedra muy dura que servía para hacer puntas de flecha: las puntas de flecha eran muy sofisticadas. En cierto sentido -como veremos enseguida- mucho más sofisticadas que el armamento carísimo que utilizó el ejército norteamericano en Irak para matar aproximadamente 500 mil personas en los últimos años.

Los guaraníes usaban entonces la obsidiana para hacer puntas de flecha. Esas puntas en parte eran usadas para hacer flechas que utilizaban para cazar animales como alimentos. Pero, y mucho más importante, las tenían como reserva para usar en caso de conflictos con otra aldea. Con las flechas se puede matar de a uno.

Cuando ya se había intercambiado bastante mandioca por canoas, canoas por peces y mandioca, peces y canoas por piedritas de obsidiana para hacer puntas de flecha, entonces estaban un poquito más contentos entre sí. Las aldeas eran muy chicas: imagínense unas aldeas de 200 personas; imagínense, en aldeas de 200 personas, el problema de conseguir marido o esposa. Tengo que conseguir esposa o esposo. Y de donde consigo? Tengo que conseguirla o conseguirlo de la otra aldea vecina. Y en sociedades de intercambio, no estamos en un problema de robo de esposas: estamos en un problema de intercambio de cónyuges.

Pero en algún momento se produce algún conflicto entre la familia del suegro y la familia de la nuera o del yerno. Y entonces una aldea entra en conflicto con otra. Acá se plantean el problema de cómo resolver un conflicto intercultural básico como éste. Hay dos o tres formas, bastante conocidas.

Una manera de resolverlo es a través de rituales y otras experiencias religiosas. A veces esto no es demasiado recomendable: mucha gente se intoxica, por el tipo de elementos que se usa en las ceremonias religiosas y si estamos en una época donde es necesario estar muy concentrado en la producción de alimentos (porque es época de siembra, de caza, de cosecha), no es conveniente quedarse demasiado intoxicados. Entonces, los guaraníes que vivían acá antes de la llegada de los europeos –y otras etnias sudamericanas y del resto del planeta- encontraron otro conjunto de procedimientos para tratar estos conflictos.

La manera de saldar el conflicto era muy sencilla. Se organizaba una expedición a la aldea vecina para vengar la ofensa que sufrió la hija a la cual el marido en la otra aldea le pegó un cachetazo o viceversa el cachetazo se lo pudo haber pegado la esposa al marido. Sobre la violencia –y otros rasgos culturales- en sociedades sin Estado, recomiendo especialmente el libro de Pierre Clastres, un antropólogo estructuralista francés, La sociedad contra el Estado.

Muy sencillamente, los aldeanos ofendidos iban con sus arcos y flechas a castigar a la aldea ofensora. Son de buena factura los arcos y las flechas, con su punta de obsidiana. Pero imagínense diez, veinte arqueros tirando flechazos contra una aldea; ¿qué posibilidades tienen de acertarle mortalmente a un antagonista? Alguno moría. Pero lo más habitual es que hubiera pocos muertos, si es que los había. En cambio, se trataba de tomar prisionero al guerrero más valiente de la aldea antagonista. Entonces se practicaba una cosa que movió a espanto a los españoles que venían de una sociedad donde se practicaba habitualmente la tortura para arrancar confesiones de “brujería” y se quemaba vivas a las así encontradas “culpables”. Los colonialistas europeos narraron entonces, espantados, que al prisionero más valiente, los ganadores se lo comían, para asimilar sus virtudes. El hecho es que, con esta pequeña y muy incruenta –si lo comparamos con las guerras de las sociedades con Estado y, muy especialmente, de la “Civilización” contemporánea- quedaba absolutamente resuelto el problema entre aldeas, con alguno que otro muerto y un valiente guerrero comido.

Los colonialistas europeos, y especialmente los españoles, pertenecían a una sociedad que practicaba sistemáticamente la inquisición, es decir el asesinato selectivo, especialmente de mujeres pobres. Y está el caso emblemático de la Inquisición que es Santa Juana de Arco: una mujer bastante pobre, que tuvo la osadía de cruzar la barrera de clases. Fue una sociedad que practicó sistemáticamente la Inquisición y que mataba gente pobre acusándola de cosas absolutamente inexistentes (e imposibles de existir). Porque todos sabemos que el diablo no existe, ¡como va a haber posesión satánica entonces! Y además tenían estas cosas tan increíbles como decir que nuestros guaranies eran unos tipos muy primitivos, muy necesitados de educación religiosa –y de explotación económica-, en el marco de su subordinación política, porque de vez en cuando se comían algún enemigo.

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