John Vidal
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
Tornados, incendios sin control e inundaciones se consideraban antaño situaciones insólitas. Pero los desastres medioambientales son señales llamativas de un 'enrarecimiento global' del clima.
Muchas zonas de Inglaterra y Gales se han declarado en alerta por sequía, pero Escocia acaba de registrar el mes de mayo más húmedo de su historia. La primavera británica más cálida en los últimos cien años llegó después de uno de los inviernos más fríos en el Reino Unido en los pasados trescientos años. Junio ha sido en Londres más frío que marzo. Febrero fue lo bastante cálido como para andar quitándose ropa en Snowdon, donde sin embargo nevó el pasado sábado.
Sean bienvenidos al carrusel del clima, o a lo que se está definiendo como "nueva normalidad" del tiempo. Lo que hasta hace bastante poco tiempo era el tiempo británico previsible, templado, suave y constante, tendente a buen seguro a lo cálido y lo húmedo, lo que garantizaba prados verdes en agosto, ahora ve invertidas las estaciones y batidas las marcas registradas en temperaturas y lluvias casi cada año. Cuando [el condado británico de] Kent recibe casi tanta lluvia (4 mm.) como Tombuctú en mayo, Manchester tiene más sol que Marbella, y los suelos del sur de Inglaterra están más secos que los de Egipto, es que está pasando algo.
Los sobrios científicos gubernamentales de los centros de hidrología y ecología están utilizando abiertamente términos como "notable", "sin precedentes" y "espantoso" para describir el estado físico reciente de Gran Bretaña este año, pero los extremos de los que estamos siendo testigos en 2011 no son nada comparados con la escala de lo que ha estado sucediendo últimamente en otros lugares.
El año pasado se abrasaron más de dos millones de kilómetros cuadrados de Europa Oriental y Rusia. 50.000 personas murieron cuando las temperaturas permanecieron durante muchas semanas 6 grados centígrados por encima de lo normal, las cosechas quedaron devastadas y se desataron gigantescos incendios sin control. Aumentó el precio del trigo y de otros alimentos, mientras dos tercios del continente sufrían el verano más caluroso en cerca de quinientos años.
Este año le toca a Europa Occidental sufrir una enorme ola de calor, que hace que 16 países, entre los que se cuentan Francia, Suiza y Alemania (y Gran Bretaña en la periferia) experimenten una extrema sequedad. La culpa recae en El Niño y La Niña, fenómenos de origen natural, pero mal comprendidos, que siguen al calentamiento y enfriamiento del Océano Pacífico cerca del Ecuador, y que traen inundaciones y sequías.
Ingentes zonas de Europa han recibido menos de la mitad del volumen de lluvia de lo que es costumbre en marzo, abril y mayo, las temperaturas han estado fuera de lo corriente en esta época del año, las centrales de energía nuclear han corrido peligro de cerrarse debido a la gran necesidad de agua de los ríos que necesitan para poder enfriarse, y muchas embarcaciones de los principales cursos fluviales europeos han quedado en tierra debido al escaso caudal. La semana pasada, la gran sequía primaveral europea se interrumpió para dar paso a enormes tormentas y crecidas que convirtieron en torrentes las calles alemanas y francesas.
Pero para encontrar verdaderas situaciones extremas en 2011, veamos el caso de Australia, China y el sur de los EE. UU. en estos últimos meses. El estado australiano de Queensland, una zona del tamaño de Alemania y Francia juntas se inundó en diciembre y enero en lo que se consideró "el peor desastre natural del país". Le supuso a la economía del país un coste de 30.000 millones de dólares australianos, destrozó el sustento de muchos y todavía se está limpiando el estropicio.
En China, una sequía en las regiones meridionales y centrales de las de "una vez cada cien años" ha desecado cientos de embalses, ríos y cursos de agua, evaporando suministros de agua potable y agitando las tensiones políticas. El gobierno respondió con una operación masiva destinada a provocar lluvia, lanzando miles de cohetes a fin de "sembrar" las nubes con yoduro de plata y otros elementos químicos. Puede que haya funcionado: por la razón que fuere, se abrieron los cielos la semana pasada, y en algunos lugares cayó la insólita cantidad de 30 cm. de lluvia en 24 horas, murieron debido a las inundaciones y avalanchas de lodo 94 personas y decenas de miles de personas han perdido sus hogares.
Mientras tanto, la estación de tornados más mortífera y destructiva de la historia norteamericana ha visto seiscientos "twisters" solamente en abril, y 138 muertos en Joplin, estado de Misuri, a causa de un torbellino de una milla de ancho. Los habitantes de Arizona luchaban esta semana contra algunos de los mayores incendios sin control que hayan conocido, y continúan las mayores inundaciones registradas en la historia de los EE. UU. en varios tramos del río Misuri. Y todo esto sucede mientras se verifica una sequía cada vez mayor en Tejas y otros estados del Sur, octavo año de sequía "excepcional" en los últimos doce.
"No sé qué más podemos aguantar", cuenta John Butcher, agricultor de cacahuetes y algodón cerca de Lubbock, en Tejas. "Nunca lo habíamos visto todo tan seco. No recuerdo nada parecido. Podemos perderlo todo".
Las repercusiones del tiempo extremo son mayores en los países pobres, que esta semana han estado intentando afianzar un acuerdo sobre el clima en las conversaciones reanudadas en Bonn. En México las temperaturas alcanzaron 48,8 º (119,8 Fahrenheit ) en abril, las más calurosas de todo el mundo en ese mes, y casi la mitad del país se ve afectado por la sequía. Ha habido casi 9.000 incendios, y el mayor sindicato agrario dice que más de tres millones y medio de agricultores están al borde de la quiebra porque no pueden alimentar al ganado ni cultivar sus cosechas.
"Nos abruman las adversas repercusiones del cambio climático", declara un negociador del grupo G77 de países en desarrollo que prefiere permanecer en el anonimato. "Los estados en primera línea se encuentran con una presión doble debido al calor del clima y la pobreza. Pero los países ricos siguen sin querer darnos el dinero que prometieron para adaptar o reducir las emisiones".
Dondequiera que miremos, el clima parece hiperactivo, y patrones climáticos más contundentes se adueñan de zonas cada vez mayores durante más tiempo, con fenómenos que van de un extremo a otro. El año pasado, de acuerdo con el meteorólogo norteamericano Jeff Masters, cofundador de Weather Underground, una página digital puntera en el seguimiento del clima, afirma que diecisiete países experimentaron temperaturas récord. Colombia, la cuenca amazónica, Perú, Cuba, Kenya, Somalia y muchos otros países han registrado un volumen de lluvias bastante mayor o menor u olas de calor de envergadura en los últimos años. Las temperaturas en Bangladesh han estado cerca de máximas históricas, causando al menos 26 muertos la semana pasada; Kuwait ha visto temperaturas por encima de los 50º y Rajastán, en la India, 49.6º, mientras que hay partes de Canadá, incluyendo Toronto , que crepitaban con máxima insólitas de 33º.
Los países ricos pueden sentirse más o menos inmunes a corto plazo debido a que el sistema de comercio mundial les garantiza alimentos y el acceso a la electricidad les permite disponer de aire acondicionado, pero en zonas de Etiopía, Kenia y Somalia, millones de personas disponen de poca o nula cantidad de alimentos este año tras varias estaciones seguidas de escasas lluvias. La semana pasada las agencias internacionales de ayuda advirtieron de un desastre inminente.
Los escépticos sostienen que siempre ha habido sequías e inundaciones, tiempo raro, olas de calor y temperaturas extremas, pero lo que preocupa a la mayoría de los científicos y observadores del clima es que los fenómenos de meteorología extrema se están sucediendo con mayor frecuencia, su intensidad crece y todas las tendencias sugieren cambios a largo plazo a medida que los gases de invernadero se asientan de forma regular en la atmósfera.
Mortíferas sequías y olas de calor, nevadas más intensas, inundaciones más amplias y temperaturas extremas son hoy la "nueva normalidad", afirma Nikhil da Victoria Lobo, de la empresa Swiss Re, un gigante del sector de los seguros, que el mes pasado estimaba que las pérdidas debidas a desastres naturales han aumentado pasando de cerca de 25.000 millones de dólares anuales en la década de los 80 a cerca de 130.000 anualmente en la actualidad. "Globalmente, lo que presenciamos es una mayor volatilidad".
La gente que vive en las zonas más afectadas no está desde luego esperando que los científicos del clima les confirmen que el cambio climático tiene lugar para irse adaptando a ello. En Nepal, donde las lluvias son más intensas de lo que eran, los tejados planos están dejando paso a los tejados a dos aguas, y los aldeanos de unos Andes cada vez más propensos a sufrir sequías están construyendo embalses y cambiando de cultivos para sobrevivir.
Nuevos análisis de desastres naturales en 140 países muestran que el clima se está volviendo más extremo. El mes pasado Oxfam informó de que, si bien una serie de desastres "geofísicos" tales como terremotos y erupciones volcánicas han permanecido más o menos constantes, los causados por inundaciones y tormentas han aumentado desde cerca de 133 al año en la década de 1980 a más de 350 al año en la actualidad.
"Está sobradamente claro que los desastres de origen meteorológico se han ido incrementando en algunos de los países más pobres del mundo, y este aumento no se puede explicar del todo porque se lleve mejor el recuento", declara Steve Jennings, autor del informe. "Dondequiera que se eche un vistazo a las cifras, se encuentra un ascenso significativo en el número de desastres emparentados con el clima. Han ido en aumento y empiezan a empeorar a medida que el cambio climático intensifica aun más los riesgos naturales.
"Creo que 'enrarecimiento' global (global 'weirding') es el mejor modo de describir lo que estamos viendo. Estamos acostumbrados a determinadas condiciones y hay muchas cosas en movimiento en estos tiempos que no son aquello a lo que estamos habituados, que rebasan nuestro marco de referencia”, declara Katharine Hayhoe, científica del clima de la Tech University de Texas.
Han ido apareciendo nuevas tendencias durante la última década o antes incluso, afirma la Organización Meteorológica Mundial (OMM) de las Naciones Unidas. “En Europa, la tendencia se dirige a primaveras más secas. La sequía de este año llega tras años excepcionalmente secos como 2007, 2009 y 2010," en palabras de uno de sus portavoces.
Aunque ningún científico culpe al cambio climático de un suceso meteorológico concreto, hay muchos que sostienen que estos fenómenos son ejemplos de libro de la suerte de repercusiones que pueden esperarse en un mundo que se va calentando. Hechos naturales como La Niña y El Niño, afirman, se están viendo exacerbados por el trasfondo de calentamiento del mundo.
"Resulta casi imposible ubicar con detalles sucesos concretos...y afirmar que los ha causado el cambio climático", afirma William Chameides científico de la atmósfera de la Duke University, que actuó como vicepresidente del consejo nacional de investigación que elaboró un estudio con fondos del gobierno norteamericano sobre las opciones climáticas de los EE. UU., entregado el mes pasado. "Por otro lado, sabemos que debido al cambio climático esta clase de sucesos tienen muchísimas probabilidades de volverse más corrientes, más frecuentes, más intensos. Así que lo que podemos decir es que este tipo de fenómenos son coherentes con el cambio climático".
Chameides goza de un sólido respaldo en Europa. "Tenemos que empezar a acostumbrarnos a estas condiciones meteorológicas extremas, a medida que se intensifique el cambio climático", afirma Friedrich-Wilhelm Gerstenhage, director ayudante del Instituto de Investigación del Impacto Climático de Potsdam, en Alemania. "Habrá tormentas y riadas violentas en el norte de Alemania con una frecuencia dos o tres veces mayor que en el pasado”.
"Siempre hemos tenido fenómenos como el El Niño y una variabilidad natural, pero el trasfondo con el que operamos ahora es diferente. [La Niña y El Niño] se dan hoy en un mundo más caliente [lo que significa mayor humedad en la atmósfera]," declaró David Jones, jefe de vigilancia y previsión atmosférica de la Oficina Australiana de Meteorología en Melbourne, a la agencia Reuters después de las inundaciones de Queensland.
David Barriopedro, investigador del Instituto Dom Luiz de la Universidad de Lisboa, comparó el mes pasado la ola de calor europea con la que asoló el continente en 2003 y calculó que la probabilidad de que un verano europeo experimente una “megaola de calor” se incrementará de cinco a diez veces en los próximos cuarenta años si continúan las tendencias de calentamiento. “Este tipo de sucesos se volverán más corrientes”, afirma. Las “megaolas de calor” serán más frecuentes e intensas en el futuro”.
Pero puede que haya alguna tregua de un tiempo tan extremo debido a que los episodios de El Niño/ La Niña se están desvaneciendo rápidamente, de acuerdo con la OMM. “Es poco probable que la pauta meteorológica a la que se culpa de los aguaceros extremadamente intensos de Australia, el sudeste asiático y Sudamérica a finales de 2010 y principios de 2011 vuelva a desarrollarse a mediados de 2011; en la actualidad no hay indicios de que haya aumentado el riesgo de El Niño o La Niña en la segunda mitad del año”.
La OMM concluye, a tientas, que la meteorología global volverá ahora a algo parecido a lo normal. El problema es que nadie está ya demasiado seguro de lo que es normal.
John Vidal dirige la sección de Medio Ambiente del diario británico The Guardian y es autor de McLibel: Burger Culture on Trial [McLibelo: la cultura de la hamburguesa en el banquillo] (1998), además de haber colaborado en numerosos libros sobre temas tan diversos como la Guerra del Golfo, la nueva Europa y el desarrollo.
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