Editor: Mario Rabey

10 de abril de 2011

Para ver historia argentina en fotografías

Panaderos anarquistas
escribe: Alan Ojeda
10 de abril de 2011

Reconstrucción de 150 años fragmentados

Siempre nos unió el espanto, el espanto y el asco a  la injusticia
En el Centro Cultural Recoleta ubicado en Junín 1930, se realiza una exhibición de Fotografía documental y Artes visuales de la Argentina, que consta de más de 250 fotografías y daguerrotipos de entre 1848 y 2010.

Entrando al centro cultural, dirigiéndose al patio, uno encuentra sobre su derecha la sala “Cronopios”. La sala es amplia, de un blanco virginal y con cientos de cuatros acomodados de a uno, de a dos y de a cuatro con sus respectivas tarjetas con nombre, fecha y fotógrafo. Tanto un guía como un guardia señalan el comienzo del recorrido por la puerta que está a la derecha de la entrada.

Las primeras fotos que se ven son, entre otras, las de Bartolomé Mitre y unos soldados en la  “Guerra del Paraguay” en 1865 y una pila de cadáveres de 1967. Sí, una pila de cadáveres, aunque menor, similar a la que 75 años después multiplicarían miles de veces los Nazis. No muy lejos, una foto muestra una formación de rifleros de 1880, firmes con sus rifles y vestidura militar, como una gran formación de fútbol. Revolución en Rosario en 1893, huelga de panaderos anarquistas de 1911, sacada por Caras y Caretas; Manifestación patriótica en 1910. La agitación gesta a la patria en crecimiento. Partidos ahora marginales, el socialismo, el anarquismo, movían la sangre de los extranjeros, del pueblo, de un país aún fascista, cerrado, pero donde el pueblo no tenía miedo,  porque no había nada que perder. Alfredo Palacios, primer socialista en el Congreso; Julieta Lanteri, la primera feminista en enfrentarse al machismo yendo a votar a las urnas masculinas; Severino Di Giovanni, quién declaró “Enfrenté a la sociedad con sus mismas armas, sin inclinar la cabeza, por eso me consideran, y soy, un hombre peligroso.”; Simon Radowinsky, el anarquista que se encargó de Ramón Falcón.

Albert Einstein dando una clase en el Nacional Buenos Aires en 1925, 13 años después se fotografía la realización un acto Nazi en el Luna Park. Mujeres socialistas organizadas en 1930, 19 años después les es otorgado el derecho del voto. El 17 de octubre de 1945, la gente en Plaza de Mayo esperando a Perón, moja los pies en la fuente. En 1951 Eva Duarte llora abrazada a Perón luego de un discurso, y muere un año después dejando la misma Plaza Mayo llena de gente cargando su imagen como una santa, con luces y preguntándose que será del peronismo. Sin mucho tiempo de paz, en 1955 se bombardea la plaza emblemática de la ciudad, y los partidarios del golpe se agitan desde las ventanas. Para Marinetti, esto sería poesía, ya que decía: “No hay belleza sino en la lucha. Ninguna obra de arte sin carácter agresivo puede ser considerada una obra maestra. La poesía ha de ser concebida como un asalto violento contra las fuerzas desconocidas, para reducirlas a postrarse delante del hombre.”

¿Y el arte? En 1942 se filma Guerra Gaucha. En el ’58, sin alejarse del arte, los alumnos toman la voz al grito de “Laica o libre”, mientras Frondizi cuenta los días que le quedan en gobierno y los militares lo retiran por “filocomunista”. Las muchachas se visten como las mujeres de las películas de Hollywood, y en 1969, tres chicas caminan con minifalda por la vereda. En 1983, Julio Cortázar vuelve a la Argentina y se fuma un cigarrillo en la calle – ¿un Gauloise?-. Luego del largo exilio, sin un más mínimo homenaje de parte del Estado, del gobierno radical, es reconocido y acogido por los jóvenes que crecieron y maduraron con sus libros. Se despide de la Argentina, con los llantos y abrazos de los jóvenes y estudiantes que lo reconocieron y le ofrecieron lo que el estado olvidó, para morir un año después, en Francia.

El siglo XXI se inaugura con la crisis, la protesta. Las fachadas del Banck Boston y Lloyds Bank arruinadas por la pintura, las piedras y los golpes producidos por todos los objetos tirados a causa de la ira que genera la injusticia.

 Sin dudarlo un segundo, afirmo como Severino, que “a la vida hay que ofrecerle la exquisita rebelión del brazo y de la mente...” Siempre nos unió el espanto, el espanto y el asco a  la injusticia.

No hay comentarios: