La foto (que no es del autor de la nota) es un chiste del editor del blog |
La barba era muchísimo más irritante y peligrosa que el pelo largo, que en ese entonces no era nada largo, por lo menos en los primeros tiempos. En sexto, fuí celador por un par de meses -ya que no iba a jugar dados al Querandí-, pero llegó un momento (¿Mayo?) en que el señor Rapallo me dió a elegir: la barba o la vida. Con gran dignidad presenté mi renuncia hecho ante el cual, hizo el enigmático comentario "García (Díaz), debo reconocer que el suyo es un exabrupto simpático".
La barba y el pelo largo no existían. Pese a haberme mudado a la capital, yo todavía pateaba el conurbano y desde los mioncas, los negros miraban asombrados y gritaban ¡puto!, ¡Fidel!, ¡Jesús!. En general eran expresiones agresivas y clasistas. En los bondis o en el subte (la vuelta a casa del colegio) me miraban como bicho raro. Muchas veces me paraban en la calle para pedirme explicaciones, algunos señores de clase media, algunos interesados, algunos irritados, ¿no es sucia?, ¿no te pica?, ¿no te da calor?. Más de una vez me apretó alguna barrita de la zona sur pero las cosas nunca llegaron a mayores.
En el 77, a los 29, tuve que afeitarme por primera vez y por tres años para conseguir un laburo. Como no querían guerrilleros, me deje un bigote tipo Fernández e iba con anteojos negros. Los yiros, que la manyan lunga, creían que era un cana de la pesada. En el 80 volví por mis fueros.
Mi viejo usaba sombrero y bigote. Los señores usaban sombrero y bigote. Las tribunas y Palermo se llenaban de sombreros, como podemos ver con asombro en las fotos o en la película "El hincha".
Hoy nadie usa sombrero. Hoy, todos los negros tienen pelo largo y barba.
Hoy son todos putos peludos
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