Editor: Mario Rabey

7 de junio de 2010

Luinil

Cada corazón es una célula revolucionaria

por Celes Pazto

Se reían en el silencio de una noche volviéndose día, rosaditos los ojos de tanta naturalidad.
Apocalipsis pulmonar en tus labios, la locura le contamina la vista y llega cada vez más lejos, cada vez más cerca.

Le picaba la oreja en el ensueño de la sonrisa, le roían los pies una gama de colores caídos de algún lugar, sonriéndose las pieles en besos jugosos.

Se hacían el amor cada noche con palabras, disfrutando de cada verbo, de las orgiásticas oraciones de deseo, de las derivaciones, enrosques, enroques, y susurros de amor.

¿Quién no camina con el riesgo de golpearse la cabeza contra sus propios castillos en el aire? Y desangrarse tirado en una nube marchita de tanto llorar.

El sol le agujerea las piernas, mientras se muerden las rodillas, las paredes se derriten por el calor de los espíritus y en un simple susurro se dicen:
"tengo unas ganas revolucionarias de darte besos guerrilleros".

Y el universo implosiona en su propio centro, con mareas rojas pasadas, con la música de los primeros creando mundos nuevos, gritándose en la cara que nuestro tiempo es tantos pasos, bañándose en el placer de los minutos de verse a los ojos, sus pupilas desangradas saben tan ricas en la noche que una mano les toca el corazón en un camino de vibraciones. Silencio.

Enganchadas en el aire las bocas de los hombres hacen un camino de amores, un juego que explota vida y te la escupe en la cara, haciéndole cosquillitas en los lóbulos de las orejas.

Palabras flotan en el oxigeno, entre las hojas secas arrastradas al paso de las palabras, y las redes del occidente tratan de capturarlas para su propio goce. Palabras que les hacen caricias a los hombres en sus partes impúdicas, y la oración vuelve a ser libre en la mente de los hombres, con el placer del calor en los corazones.

Y en el éxtasis de las palabras, las composiciones y las músicas... nace en el universo del placer vibrante de las mentes libres una nueva estrella. Un nuevo punto brillante de luz azul que sonríe a cada atardecer con la simpleza de estar lejos, pero sentirse profundamente, y que al mirarla directo al centro de sus ojos estelares te recubre con el calor de su existencia, con la combinación de todo lo que la compone...

Luinil…

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