Editor: Mario Rabey

2 de julio de 2008

Conflicto agrario en Argentina - las voces campesinas

Los actores que no tienen voz

por Cecilia Rodríguez, desde Córdoba

publicado en APM - Agencia Periodística de Mercosur

Nosotros somos la tierra, el agua, las semillas, los bosques el aire. No somos “el campo”, dice el Movimiento Campesino de Córdoba

Para llegar al Paraje la Maravilla, en Puesto de Castro, hay que pasar por Sebastián Elcano, una antigua localidad del norte cordobés. Desde allí hay que internarse por caminos rurales. Vamos en la camioneta conducida por Marcos, de la Unión Campesina del Norte, transitando esos largos caminos polvorientos rodeados de una marea verde: la soja.

Sólo de vez en cuando la monotonía del paisaje cambia, al aparecer, por sembradíos de maíz transgénico. Poco después la soja reaparece. No se ven animales en todo el recorrido y muy de vez en cuando, se encuentran algunos ejemplares de árboles del monte nativo, que cortan en delgadas líneas los sembrados sojeros.

Todos estos campos, nos cuenta Marcos, son de un empresario llamado Daniel Rodríguez, a quien es difícil ver en la zona porque se mueve casi exclusivamente en avión entre sus propiedades. Pero en esos días se lo vio en el corte de ruta que los productores sostuvieron en Jesús María, en el marco del paro que las patronales del agro mantuvieron durante casi tres meses contra el Estado nacional, en demanda del no pago de impuestos a la renta extraordinaria de sus exportaciones.

Al cierre de esta edición, el conflicto atraviesa una etapa de arduas negociaciones en el Congreso Nacional, ámbito en que se deberá decidir si los aquellos impuestos o retenciones son avalados por los parlamentarios.

En conflicto llegó a provocar desabastecimiento de productos alimenticios en diversas áreas del país y una estampida en los precios al consumidor.

Seguimos con nuestra recorrida. Poco después pasamos por las instalaciones y la casa principal. Decenas de máquinas se alinean prolijamente, cerca de los edificios de la administración y algunas viviendas.

Siguiendo el camino pasamos por un solitario puesto de salud y poco después empezamos a ver algunas vacas.

Entonces Marcos nos indica que ya estamos cerca de la casa de Ramona. Doblamos en un camino y encontramos la entrada del campo de los Bustamante.

Es como entrar a un islote en medio del mar de soja: aquí se conserva el monte nativo, se crían cabras, ovejas, vacas y algunas aves de corral. Bajo un chañar está el rancho de Ramona: bajo, precario, pero nuevo y sin terminar.

Llegamos hasta aquí a conocer a la mujer que es uno de los símbolos de la resistencia de los campesinos de Córdoba ante los desalojos, tema al cual no se refieren las entidades patronales agropecuarias.

Ramona Bustamante tiene 82 años y nació en la Maravilla. A fines de 2004 un pequeño empresario de Oncativo alegó ser el propietario del campo de los Bustamante y logró que la Justicia ordene su desalojo.

La primera vez le derrumbaron la casa, le contaminaron el pozo de agua con gasoil y la echaron junto a su hijo y un ahijado.

Con el apoyo del Movimiento Campesino de Córdoba, la familia decidió reingresar al predio. Quince días después, 34 efectivos policiales volvieron a desalojarlos.

Pero regresaron y levantaron el rancho. Ramona es una mujer muy pequeña y activa. Nos recibe en su patio de tierra y habla de varios asuntos a la vez, pero no habla de los desalojos. Su hijo, Orlando Bustamante es quien nos cuenta.

-Ustedes no son de Oncativo ¿no? Ante nuestra negativa, continúa.

-Al (Edgardo) Scaramuzza, a ese yo ya lo había denunciado porque andaba molestando. Ya había venido acá con cuentos a la mami. Entonces para ese día en la policía de allá de Elcano me dijeron que tenía que irme a Deán Funes, por lo de mi denuncia, y que luego pasara por allá a las cuatro de la tarde. Fuimos con Germán (Pez) a Deán Funes y claro, no había nada. Me volví solo a Elcano y era temprano (...) entré a la policía y había un solo agente que me mira y me dice: “¡Orlando qué haces acá!” Y yo le dije “tenía que estar acá a las cuatro...” “¿Y de dónde venís?” “de Deán Funes...” “Orlando, andate ya a tu casa que te están haciendo el desalojo...”.

El empresario Edgardo Scaramuzza es un conocido miembro de la Federación Agraria Argentina (FAA), de Oncativo. La FAA es una de las cuatro patronales que llevan adelante el prolongado conflicto agropecuario contra el Estado nacional.

La sola mención de esta entidad crispa a los integrantes del movimiento campesino: “¿Federación Agraria es de los pequeños productores? ¿Si uno que tiene 300 hectáreas de soja es pequeño, que serán los que tienen 20, 30 o 50 hectáreas? Además no es solo una cuestión de hectáreas sino de lo que quieren hacer. ¡La Federación Agraria nos desaloja! ¡Cuando se hartaron de ganar plata con la soja y ya no sabían que hacer con la plata se vinieron acá al norte a desalojar! Nosotros no plantamos soja. Para nosotros, el que planta soja se pasa para el otro lado”, dijo el campesino cordobés.

La Federación Agraria Argentina (FAA) es una entidad que reúne a pequeños y medianos productores rurales de varias regiones del país. Nació con el llamado Grito de Alcorta, en 1912, cuando los productores del sur de la provincia de Santa i.e., obligados arrendatarios de los grandes terratenientes, se rebelaron ante las duras condiciones que se les imponía.

Sin embargo, muy lejos de sus orígenes, actualmente la FAA ha elegido un camino que la acerca políticamente a sus enemigos históricos de la Sociedad Rural (organización patronal de grandes productores).

En marzo de 2008, las cuatro grandes entidades patronales del agro - Sociedad Rural, Coninagro, Federación Agraria y Carbap- y el Estado nacional ingresaron en un largo conflicto alrededor del porcentaje de las retenciones a las exportaciones de soja y maíz.

Sin embargo, otros actores del campo, los verdaderos campesinos, quedaron si voz.

El Movimiento Campesino de Córdoba integra el Movimiento Nacional Campesino Indígena. Este reúne a organizaciones de siete provincias, en las que se nuclean cerca de 15 mil familias de pequeños productores familiares. A ellas se les suma la Red de Comercio Justo, que comercializa sus productos en la capital cordobesa.

Las diferencias con las entidades patronales no radican sólo en la cantidad de hectáreas que explotan estos campesinos: existen mucho más profundas.

La primera de esas organizaciones fue APENOC, cuyos militantes provenían del Movimiento Campesino de Santiago del Estero y se plantearon realizar tareas de organización en la zona de Serrezuela, en la frontera provincial con La Rioja, en los bordes de las salinas.

Este primer paso sirvió de ejemplo para el surgimiento de las demás organizaciones en diferentes lugares del territorio cordobés, comprendiendo la zona Norte y Oeste de la provincia, no así el Sur.

La defensa de la posesión de la tierra y la lucha contra los desalojos son ejes fundamentales para la construcción de esas organizaciones. Con la progresiva consolidación del “modelo sojero”, la defensa de la tierra adquirió preponderancia.

A fines de los años 90 comenzó el avance de la frontera agropecuaria hacia el Norte, como consecuencia de la expansión del cultivo de soja transgénica.

Este cultivo resulta altamente rentable y puede ser sembrado en suelos menos fértiles y en zonas áridas, como lo es el Norte cordobés, una región que históricamente no habían interesado a los inversores.

El proceso se aceleró con la suba en la cotización de dólar, luego de la caída del régimen cambiario de la convertibilidad (un dólar, un peso), a partir de la severa crisis de fines del 2001. Ese nuevo escenario provoco un vertiginoso aumento de la renta por exportaciones agropecuarias.

La introducción de la soja aceleró el desmonte y la expulsión del campesinado pobre. Revalorizó la tierra y llevó a muchos pequeños productores a abandonar la actividad agraria para arrendar sus escasas extensiones a las empresas de siembra.

Estas empresas han sido creadas por firmas que manejan fondos de inversión dedicados cualquier actividad que resulte lucrativa.

La mayoría de los integrantes del Movimiento Campesino no son titulares de las tierras en que viven y trabajan, más allá de que en numerosos casos sus familias habitaron allí por varias generaciones. Eso los coloca en una situación de debilidad ante la ofensiva de empresarios e inversores, que tienden a la concentración de la propiedad y el desalojo.

Algunos de sus integrantes admiten que muchos campesinos se han acercado a las organizaciones al ver sus tierras en peligro. El hecho de que se hayan ganado algunos conflictos gracias a la acción colectiva es fundamental a la hora de generar confianza en las bases y sumar nuevos miembros.

El caso de Ramona Bustamante es uno de varios en los cuales el Movimiento Campesino intervino. La gran repercusión mediática que tuvo y las características escandalosas del caso ayudaron a un resultado favorable para Ramona y su familia, pero también sin duda marcó un antecedente importantísimo para todos los campesinos en lucha por la tenencia de la tierra. Así y todo no es el último caso, ya que hay varios conflictos que esperan resolución en la Justicia.

Cuando el gobierno nacional anunció el aumento de las retenciones a las exportaciones de soja y maíz y estalló el conflicto con los sectores exportadores, las organizaciones campesinas ya venían transitando un largo camino de lucha y resistencia a las condiciones cada vez más desfavorables en que viven y trabajan las familias productoras.

En un comunicado emitido en marzo de 2008, el Movimiento Campesino de Córdoba expresó: “Las organizaciones campesinas del la provincia de Córdoba, nucleadas en el Movimiento Campesino, venimos reclamando desde hace ya más de ocho años medidas políticas profundas que impidan de una vez y para siempre la extinción del campo. Y aquí hablar de campo es hablar de vida rural, no de negociados rurales”.

“Empezando por la problemática de la tenencia de la tierra, que precisamente no se soluciona con medidas económicas de retenciones o de recurso para la compra o la venta, sino con el reconocimiento ancestral de la tenencia de la tierra en manos de quien la trabaja. El campo profundo reclama tierra. Reclama que esa tierra que es nuestra, sea reconocida por quienes tienen el poder, precisamente como nuestra. El campo profundo reclama que no se destruya más nuestro medio ambiente. Reclama ese medio ambiente donde desarrollamos nuestra vida y que permitirá que nuestros hijos, los hijos de la ciudad y los hijos de los sojeros puedan seguir viviendo”.

Ante el paro agrario, tanto el Movimiento Campesino cordobés como el Movimiento Nacional Campesino Indígena expresaron su rechazo al mismo, brindando una mirada que va mucho más allá de la discusión acerca de las retenciones, a las que consideran una medida necesaria pero insuficiente.

Lejos de alinearse con el gobierno, estos movimientos campesinos cuestionan el modelo agro exportador de monocultivo, reclaman una política que garantice la Soberanía Alimentaria y denuncian la depredación ambiental y el vaciamiento del campo que dicho modelo provoca.

Esta posición también implica el señalamiento de la responsabilidad que les toca a las que hoy se definen como “entidades del campo” (patronales).

“Las llamadas entidades del campo sólo pronuncian los dictados de los agro negocios. Su símbolo actual es la soja transgénica, que por su alta rentabilidad ha devastado bosques, desalojado comunidades campesinas e indígenas, contaminados suelos y aguas, y aumentado los precios de los alimentos en el mercado interno. Nuestras comunidades se ven diariamente amenazadas por matones y topadoras que responden a esta política del “campo”, señaló el documento ya citado.

Por otro lado, también señalan lo nocivo que resulta el modelo sojero para la producción de alimentos y su incidencia en la pérdida de puestos de trabajo: “El modelo sojero avanza a medida que hace retroceder otros cultivos, lo que encarece la canasta básica. Por sobre todo, el modelo sojero elimina mano de obra: genera sólo un puesto de trabajo cada 500 hectáreas. La agricultura campesina genera 35 puestos de trabajo genuinos por cada 100 hectáreas, garantiza diversidad productiva, abastecimiento de mercados locales, desarrollo de la identidad cultural y protección y uso sustentable de los bienes naturales”.

La preocupación acerca de la producción de alimentos es una constante del Movimiento Campesino, por lo que la crítica a la siembra de soja y maíz transgénicos no se agota en el hecho de que le quiten lugar a otras actividades agrícolas, sino al hecho de que estos cultivos no son, en su definición, alimentos, sino forrajera para el ganado europeo y chino.

El uso de la tierra para el cultivo sojero hizo perder en estos años en la Argentina 30 mil tambos, 15 millones de cabeza de ganado vacuno y 30 millones de cabezas de ganado ovino. Esto es, leche y carne que ya no llegan a las ciudades y cuya carencia aumenta el precio de estos alimentos y sus derivados.

Los integrantes de los movimientos campesinos no plantan soja ni cultivos transgénicos. Muchos de ellos poseen la misma cantidad de hectáreas que pequeños propietarios enrolados en la FAA, pero la postura política es radicalmente distinta.

Por ello, dicen:”Los pequeños productores de la FAA no producen alimentos en beneficio del pueblo, producen forrajes para la especulación en el mercado externo. Nuestro campo, negado en este paro, no piensa en el comercio exterior, por eso está lejos de discutir retenciones. Si la patriada ruralista fuera tal no tendría problemas con las retenciones porque produciría para nuestro mercado interno; mercado interno que hoy se caracteriza por las góndolas vacías y los tomates a 10 pesos el kilo”.

Así como la postura del Movimiento Campesino de Córdoba sobre el modelo sojero está construida desde otra mirada al problema de la producción rural, es importante ver que el planteo consiste en algo más que el rechazo a la situación actual y a los términos del conflicto entre “el campo” y “el gobierno”.

Antes del conflicto por el porcentaje de las retenciones a las exportaciones, se registró el éxodo de más de 300 mil productores rurales, que abandonaron el campo en los años ‘90, cuando la rentabilidad de las actividades agrarias era mucho menor que la actual.

Los campesinos que hoy se congregan en organizaciones como el Movimiento Campesino de Córdoba son los que, a pesar de la dureza del trabajo que realizan y de las condiciones adversas, resisten en sus propios lugares.

Tal vez por ello, estos movimientos han construido una visión y una propuesta alternativa al modelo agro exportador de monocultivo, que contempla no solo la realidad de los campesinos sino también la de los habitantes de los que han dado en llamar “la ciudad marginada”, aquella a la que han ido a vivir miles de campesinos emigrados en años anteriores y es escenario de diversos movimientos sociales.

Los campesinos señalan la deliberada exclusión de estos actores en los medios de comunicación, y rechazan la creación de la antinomia campo gobierno. Como contrapartida, proponen un modelo que tenga como base la Soberanía Alimentaria y la Reforma Agraria Integral, a las que entienden dentro de la construcción de un país libre, justo y soberano, en el que se garantice la producción de alimentos sanos y el trabajo para todos.

Esta propuesta tiene como punto de partida la definición que ellos mismos hacen de su identidad: “Nosotros somos la Tierra, el Agua, las Semillas, los Bosques, el Aire, nosotros no somos “el campo”. Consideramos a la naturaleza no un recurso sino un bien común que debemos custodiar para los pueblos y las futuras generaciones”.

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