por Blog Up
Publicado originalmente en La música que flota en la web
Corría principios de 1969, cuando en nuestros primeros días de clase nos pasamos la voz de un grupo que había sacado un disco simple, Manal con dos temas superlargos para la época entre cuatro y seis minutos, y lo habíamos escuchado por radio, vaya a saber en que programa; esa emoción es inenarrable, todo en ese disco estaba hecho para dejarnos sin habla, a pesar de escuchar los sábados tarde el programa de Modart en la noche, donde se podía encontrar a Hendrix, Cream, The Who, además de la media hora con los Beatles y la media hora de los Rolling Stones, esto era diferente, cantaban en castellano, tocaban con guitarras distorsionadas, cintas pasadas al revés, y esa voz…que voz!!! Y que letra!!! Para nosotros unos pobres firestones de suburbio alguien nos hablaba en nuestra misma frecuencia, hablaba de cosas que nos pasaban y ahí mismo decidimos comprar el disco.
No sé a cuantas disquerías habremos ido (¡Ja! ¿internet? ¡descargas?) pero fueron muchas, y en todos lados la misma respuesta: que es eso? Hasta que varios meses después Milagro!!! En una casa de libros y discos (creo que era “De la Flor Editora” o algo así, y me parece que tenían que ver con Jorge Alverez, del sello Mandioca) de la calle Talcahuano, casi Corrientes, en Capital Federal, hallamos la joya!! Y fuimos felices poseedores, nosotros, los cuatro amigos, de uno de los 300 ejemplares que habían salido de “Para ser un hombre más” y “ Que pena me das”.
Ya desde el arte de tapa, un sobre de cartón de tres hojas plegados sobre sí mismo con un dibujo de un obelisco avasallado por animales dibujados en una onda comic, hasta el alegato de Mandioca la Madre de los Chicos, el sello editor, hacían de este disco una verdadera obra de arte, que fue grabado en estudios T.N.T con Tim como ingeniero de grabación, un hombre muy dedicado, que a pesar de los pocos adelantos (de cualquier manera el estudio era uno de los mejores de aquellos años), realizó un trabajo maravilloso.
Además los músicos estaban equipados de una manera peculiar, Javier usaba una batería de Carlos Alberto Fernández, C.A.F., creo recordar de color gris azulado, jaspeada, Claudio tenía una guitarra Repiso de media caja (allí se notaba la influencia del jazz en él o sería la única que consiguió) con un extraño equipo Fenders, así con ese al final, que creo que traían de Paraguay, imitación del Fender Twin Reverbs original y Alejandro usaba un muy preciado Fender Jazz Bass con un equipo nacional de marca Robertone de 100 watts.
Hasta aquí todavía sabíamos poco de ellos, no pudimos verlos en vivo hasta junio o julio de ese año, en el ciclo Beat Baires, realizado durante cuatro o cinco domingos de algunos de esos meses, en el insólito horario de las 11 de la mañana, y en el día tan esperado primero subió a tocar Vox Dei (que eran cuarteto por ese entonces con Carlos Godoy en una de las guitarras y cerraron con aquello de “…azucar amargaaa”), les siguió Moris (otro Pater Noster de la historia) y por último Manal.
Cuando se abrió el telón y proyectaron una gran dispositiva sobre la pantalla con dibujos como manchas de aceite girando, muy psicodélico, mientras el grupo hacía “Avellaneda blues” sé que me paré y quedé con la boca abierta, hasta que terminó el recital, así, en silencio, casi con devoción (totalmente alejado de lo que ocurre hoy, mas bien parecía estar en un concierto de música clásica por como escuchábamos).
Ese día me va a acompañar en mi memoria hasta que muera, salir de nuevo a la calle, y sin saber fehacientemente, algo había sucedido que me cambiaría la vida, ya nada volvió a ser igual, nada.
Luego vino el larga duración (previamente habían editado otro simple “Necesito un amor” y “No pibe”), creo que a finales de ese año o principios del siguiente, “La Bomba”, así lo llamábamos todos, por el obvio dibujo de una bomba en la portada amarilla con la foto de ellos dentro…y sí fue una bomba.
Creo que en la música que hacen todos los artistas refleja de alguna manera qué genes llevan en la sangre, y en este disco había swing, blues, rock, rythm and blues, pero sobre todo había algo que nunca se había hecho antes en ningún lugar del planeta, y que llevaba la impronta de vivir en Buenos Aires y en esos años, todos y cada uno de los temas son verdaderas joyitas de la música argentina (y si existió el rock nacional o no, si existió el rocanrol, así, castellanizado, no tuvo ninguna importancia, lo que existió fue esto, junto con Almendra y repito, era algo que no existía en ninguna otra parte del planeta) y a mi entender alcanza el máximo nivel con dos temas “Avellaneda Blues” un blues tocado en tiempo de seis (largas discusiones con palillos en la mano para dilucidar en que tiempo estaba) e “Informe de un día” una especie de “Ulises” de Joyce en clave de blues potente, con solo de cada uno de los instrumentos; pero cada uno de los temas del disco, era una perlita como estaba hecho.
Los años 70 fueron de mucha efervescencia, agitación, crecíamos a ese ritmo, y nos desperdigábamos por el mundo, así también le sucedía a Manal. A pesar de las habladurías del mundo, Manal no cobró un mango por esos primeros discos que cambiaron la historia del arte en la Argentina, ni en ese entonces ni después tampoco, en esa debacle se cambian de sello y son envueltos en una vorágine que nos llevaba a todos hacia lugares insospechados.
Graban su segundo larga duración “El León” que aquí mi memoria me traiciona, creo que salió dos veces, una la original y otra una reedición años mas tarde con el agregado de un disco simple que jamás había salido a la venta, para mí “El León” tiene diez temas y siempre creí que “El blues de la amenaza nocturna” era el último, pero no lo puedo afirmar, ya que tuve las dos ediciones y se me confunden, pero el orden de los temas no sé si es el correcto; si puedo decirles que la versión de este tema que nombro no es el que está mayormente en infernet, que es acústico y con armónica, sino este eléctrico y con el grupo a todo vapor.
Vi al grupo innumerables veces en diferentes recitales, que no los voy a cansar detallando, pero si quiero hablar del último recital que los vi, en el Velódromo, la cosa se veía venir, ellos estaban muy mal, salió Javier solo a tocar la batería y cantar sin esperar a sus compañeros, arrancó con “No hay tiempo de más”, creo, y de a poco se les fueron uniendo Claudio y Alejandro, la disolución se adivinaba en cualquier momento, y no por eso dejó de lastimarnos, como fue, también la separación de Almendra, pero esta es la historia y no podemos cambiarla, y el hecho de recordarla y que a alguien le interese leerla hace que pueda conocer mejor mi propio presente, que pueda entenderlo, o por lo menos acercarme un poquito mas a la esencia de las cosas.
6 de noviembre de 2010
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