Editor: Mario Rabey

20 de marzo de 2010

La desordenada "retirada" de Montoneros: los sucesos en San Juan

por Mario Rabey

Fragm
ento del Prólogo al libro de Eloy Camus, 2009, Historias de Víctimas del Terrorismo de Estado en San Juan. San Juan: Universidad Nacional de San Juan.

Eloy empieza su libro con un recuerdo clave de su propia vida de militante, cuando en una mañana de noviembre de 1976 se tenía que encontrar con Ana María Moral, su “responsable”, el término que en Montoneros se utilizaba para designar la persona a la cual reportaba un determinado militante: el jefe o la jefa directa. Va directo al recuerdo. En primera persona, el autor describe la situación en la cual su “responsable” se ha quedado sin casa porque había sido delatada, está siendo seguida por un grupo represor en un auto y, además, describe claramente su propia posición, especialmente afectiva:
Caminamos por la calle Brasil hacia la Avenida Rawson por la que circulaba el auto con cuatro individuos, llevando de un lado mi bicicleta roja y del otro a una persona a la que le tenía una rara mezcla de respeto, admiración y cariño; con sus 23 años, cabello rubio corto, ojos claros, delgada, cara alargada, de labios finos y por supuesto baja, (no llegaba al metro sesenta), a la que cada vez que veía me estremecía.
Así, ya el comienzo del libro señala la posición del autor en los hechos narrados, y en su reconstrucción histórica: es un protagonista directo, un protagonista completo, con sus razones, sus emociones, sus percepciones. A partir de allí, Eloy Camus recorre con soltura los corredores del laberinto de la memoria, sólidamente instalado en sus lazos familiares, sociales, afectivos, y de militancia. Unas páginas después, asume claramente su rol de nieto del último gobernador de la democracia derrocada en San Juan, ese otro Eloy Camus que afrontó con coraje y entereza la prisión a que se vio sometido por la dictadura, dio ejemplo antes y después a su familia, mientras su nieta Margarita eran también arrestada y sometida al terror de Estado.

Mientras llega a esa situación, el autor maneja magistralmente el tejido de ese recuerdo fundante del encuentro –narrativamente fundante- con su jefa en fuga, que introduce uno de los temas centrales del libro: el desordenado desbande de Montoneros ante la represión, y la indefensión en que iban quedando sus cuadros militantes. En ese recuerdo, se entretejen escenas, frases de la otra protagonista –la responsable- y reflexiones de Eloy, como cuando ella dice
Espero estar embarazada de mi compañero, deseo profundamente que por lo menos me haya dejado un hijo en mis entrañas. Lo que más quiero en estos momentos es tener un hijo de él; si lo han matado que su sangre perdure en nuestro hijo…
Y entonces agrega el texto, desde la propia voz del autor:
Yo pensaba, esta mina esta loca, ¿Cómo se le puede ocurrir en estas circunstancias querer estar embarazada si su compañero está en manos del Ejército, o peor de lo que ella supone, muerto?
Así, en esta primera parte del primer capítulo, dedicado a los recuerdos directos del autor, se presenta la saga de Ana María Moral, en el último año de su vida, desde que Eloy la conoce al ser presentada como su “responsable”, hasta su muerte a manos de la represión dictatorial y el posterior encuentro del autor con los padres de Ana quienes le relatan su temprana –y como siempre en esa época, infructuosa- búsqueda de justicia donde desencadenan un documento histórico que cierra la saga: la instrucción hecha por un Juez militar y el análisis de Camus del documento.

Durante la saga de Ana María, aparece el resto de la familia de Eloy: su hermana Margarita, arrestada en esos días, su abuelo en prisión y sus padres, que colaboran en el soporte logístico que Eloy hace a la heroína –su “responsable”- en desordenada fuga, con un único recurso para ello: el soporte precisamente prestado por la familia Camus.

En el final de esta primera saga, el autor vuelve al tono emotivo, pero esta vez ya no romántico sino elegíaco, y cierra, como en un epitafio:
Dejó todo para vivir y morir por sus ideales, entregó su vida resistiendo a una dictadura genocida, de la cual fue una más de sus víctimas, porque no soportaba la injusticia, la desigualdad, la falta de solidaridad. Junto a miles de jóvenes que creíamos que era posible un país mejor, con igualdad de posibilidades para todos.
Ella luchó por la consigna Sanmartiniana, que había adoptado Montoneros:
Libres o muertos, jamás esclavos.
Gracias, por todo lo que me enseñaste.
¡Hasta la Victoria siempre, compañera!

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