Gregorio Morán
Mi primera intención era la de titular "Se busca un economista" pero gracias a un esclarecedor artículo de Le Nouvelle Observateur me he inclinado por los banqueros. El semanario se pregunta si los banqueros son peligrosos, y nosotros podemos quitarle el interrogante y convertirlo en afirmativo. Los banqueros son peligrosos. Nuestra historia contemporánea está preñada de banqueros peligrosos. Desde Mendizábal el de la Desamortización hasta Javier de la Rosa y Mario Conde, el del cierre categorial de la transición, el que estuvo a punto de tumbarlo todo de haberle hecho caso a Juan Alberto Belloch.
Y hay muchos más banqueros peligrosos. Acuérdense de don Juan March, el pirata. Y luego la cantera local, catalana fetén, encabezada por Muñoz Ramonet y sus bancos suizos, Jaume Castells Lastortras y su Banco de Madrid e Higinio Torras y su Banco de los Pirineos. Y hasta Ferrer Salat, que se libró por los pelos con su Banco de Europa ¿Eran peligrosos los banqueros amigos de la Obra de Dios y de don Laureano López Rodó? ¿Se acuerdan de Juan Palomeras y su Banco de Navarra? La lista tendría que cerrarse, de momento, con Jordi Pujol y su Banca Catalana. ¿Era peligroso Jordi Pujol como banquero? ¡Qué bonita pregunta para uno de esos concursos de TV3!
El banquero catalán menos peligroso que he conocido, Manuel Ortínez, tenía una cabeza llena de secretos, que como buen banquero se llevó a la tumba. Imagínense qué no sabría en la España del franquismo y la transición el representante de la Unión de Bancos Suizos.
A él debo una explicación soberbia de la banca.
"El ejercicio bancario sólo es complejo para quien no está en él. Consiste en comprar dinero barato y venderlo caro".
Pero sigue siendo cierto que se busca un economista. Un economista que sea capaz de explicarnos con detalle por qué son peligrosos los banqueros de ahora, o si queremos hilar más fino, por qué los banqueros de hoy son más peligrosos que los de ayer. Incluso, por qué los banqueros han acabado por ser lo más peligroso que circula hoy por las economías del mundo. Charles Prince, capo di capi del mayor banco del mundo, el Citigroup. He visto su foto y su rostro de cemento armado con una rendija para la sonrisa de un millón de dólares. Su emporio ha tenido pérdidas por valor de 37 millones de euros, pero la cláusula de su despido exige 26 millones de euros. Stanley O´Neal, jefe del más grande centro de inversiones del mundo mundial, Merrill Lych. Volumen de pérdidas, 34,5 millones de euros Tiene una indemnización por cese de 105 millones, lo cual incluso en términos bancarios resulta lógica; al tratarse de un centro de inversiones, ¿acaso hay una inversión más obvia que la cabeza del jefe?
Que unos tipos esquilmen la bolsa es una práctica que exige una explicación, pero si usted lo intenta cae inevitablemente en la simplificación demagógica. Por eso se busca un economista. Para que nos cuente, no cómo fue posible que llegaran al borde del abismo los dos bancos hipotecarios más importantes de Estados Unidos, que eso lo podría hacer hasta yo, sino que nos expliquen cómo lograron hacerlo pasar por bueno, y lo que es aún más alucinante, cómo consiguieron que el Estado se haga cargo de unos costos que se podrían acercar a los 350.000 millones de euros, a cargo del contribuyente. Algo más gravoso que la propia deuda, según escribió en este diario Estapé júnior.
La economía explicada por filisteos titulados en Harvard cada vez se parece más a la teología. Fíjense si no en esta afirmación: "Tal y como deseaba el mercado, las dos compañías norteamericanas Fannie Mae y Freddie Mac han sido intervenidas...". ¿Quién es el que detecta los deseos del mercado? Porque ¿tiene deseos el mercado? ¿A qué llamamos deseos, aplicados al mercado? ¿Y qué queremos decir al referirnos al mercado, así, en genérico? ¿Al bursátil de Nueva York, al de los países asiáticos, al de la esquina, al de la Boqueria, a los europeos...? Si es a todos juntos, es falso. La mayoría de los mercados no se pronunciaban, pero tenían muy claro que si el Estado norteamericano se hacía cargo de las deudas harían un suculento negocio a costa de los ciudadanos norteamericanos. En teología, lo más lejos a lo que se ha llegado es a acercarse al carácter insondable de la Santísima Trinidad, es decir, tres personas distintas en un solo Dios verdadero. Pero son tres, de ahí no pasa. El Mercado es un dios tan múltiple que resulta inaprensible. Si no viene a echarnos una mano un economista acabaremos aceptando a los padres Ripalda del Mercado. Cuando menos te lo esperas y quiebra una financiera, más potente que un dios antiguo, aparece un nuevo concepto de mercado, y hale hop, desaparece el problema. A cargo del contribuyente.
La idea del contribuyente mismamente es peligrosa, porque es predemocrática. Ser contribuyente no significa ejercer tus derechos ciudadanos. Ser contribuyente es pagar al Estado y punto. En España llevamos siglos siendo contribuyentes y escasas décadas ejerciendo de ciudadanos. Conviene precisarlo para saber lo que va de Hobbes a Habermas. Y para que hablemos el mismo lenguaje, ya que no conseguimos tener la misma teología.
Se busca un economista que tenga buena pluma y que nos explique el porqué de esa cosa tan graciosa y divertida, que las dos grandes hipotecarias estadounidenses, las que concentran casi la mitad del crédito de las familias norteamericanas, tienen nombres de Broadway. Fannie Mae y Freddie Mac. Como Fred (Astaire) y Ginger (Rogers), o como Bonnie and Clyde,quizá. ¿Sabía usted que Fannie y Freddie, apellidadas Mae y Mac, eran las mayores financiadoras de las campañas electorales de demócratas y republicanos? En política un banquero no le debe hacer ascos a nada, pero claro, uno creía ya imposible volver a sacar del armario ideológico aquello de privatizar los beneficios y nacionalizar las pérdidas. O sea, que estamos como en los años del cólera, pero eso sí, todos con traje, coche y vivienda en propiedad. Sin acabar de pagar, pero en propiedad. A mí la situación me recuerda aquel chiste que contaba en la Comercial de Deusto el inefable padre Bernaola entre las risas de los aprendices de banqueros. El del paleto que tenía una empresa de tapones que sólo perdía un céntimo por cada uno y que se justificaba exclamando: ¡pero como vendo muchos!
¿Se acuerdan de Jérôme Kerviel, aquel trader francés que perdió 4.900 millones de euros en la ruleta del mercado? Estoy deseando dedicarle un artículo entero, porque el asunto es delicioso. Lo sigo en la prensa francesa, MESEGUER porque allí siguen haciendo algo parecido a periodismo y no "surfin periodístico" como nosotros. Le han pasado por los sicólogos más expertos y han llegado a la conclusión de que se ponía "furioso cuando perdía dinero". Vaya putada, ponerse a analizar a un supuesto genio de la trampa y descubrir que es exactamente igual que cualquiera de nosotros.
¿Usted se descojona de risa cuando pierde dinero? No. Pues como Kerviel. Pero hete aquí que en lo que no es como nosotros, es en ser capaz de saltarse en 93 ocasiones, digo bien: 93, todas las alarmas de riesgo. Y no le hicieron ni un amago de advertencia. Hacía ganar mucho dinero y "eso legitimaba lo que hacía. Como era rentable, dejaban hacer". A mí estas cosas me impresionan mucho, señal de que no serviría para banquero. Son detalles. Detalles que exigen un economista con buena pluma que los explique.
El presidente de la Fannie Mae, la hipotecaria rescatada de la quiebra por el Estado, fue oficial de Marines, condecorado en Líbano y con titulación en Harvard. ¿Quién puede garantizar que las universidades punteras en el campo de la economía no sean el West Point del futuro, es decir, las Academias Militares de las nuevas guerras? A lo mejor se pone de moda la Legión y suma puntos para ser admitido en las Escuelas de Negocios.
El filósofo Andrés Rábago, que firma sus dibujos como El Roto,publicó un ensayo ilustrado el pasado 8 de septiembre en El País.Se ven dos terneras conversando, y una le dice a otra: "Como incentivo a la productividad me han ofrecido acciones del Matadero". No creo que nadie haya sido tan preciso en el retrato
La Vanguardia (13.09.2008)
19 de septiembre de 2008
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1 comentario:
¿Quién es el que detecta los deseos del mercado? Porque ¿tiene deseos el mercado? ¿A qué llamamos deseos, aplicados al mercado? ¿Y qué queremos decir al referirnos al mercado, así, en genérico?
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